“Y dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre: «Extiende tu mano». El la extendió y su mano quedó curada.” (Lucas 6,10)
Mis hermanos, el episodio del Evangelio de hoy muestra, más una vez, el Señor, en un día de sábado, realizando una cura; y es por supuesto que Sus adversario, Sus opositores, los maestros de la ley y los fariseos, ellos no le gustaban de estas actitudes del Señor, porque era día de sábado. Además, Jesús enseña, más una vez, que la ley de la caridad esta arriba de la ley por la ley, y era justo que aquel hombre fuese curado.
Imaginemos nosotros que tenemos nuestras manos, si ocurre alguna cosa con una de ellas, ¿nosotros sentimos, no lo es? Con ella nosotros conducimos, con ella nosotros cocinamos, con ella nosotros ayudamos alguien, con ella nosotros realizamos trabajos. Aquel hombre estaba con la mano seca. Aquel hombre estaba imposibilitado de un trabajo, aquel hombre era visto como maldito por cuenta de la mano seca.
Que el Señor toque nuestro corazón, que dejes de ser un corazón seco
Pero mis hermanos, el peor era que no era la mano seca de aquel hombre, pero era el corazón seco de aquel maestro de la ley, de aquel fariseo, porque el corazón seco no acogía Jesús, el corazón seco no conseguía ver la caridad que debería ser hecha a aquel hombre.aki Jesús, al curar la mano seca de aquel hombre, quería también curar el corazón seco del fariseo, el corazón seco de aquel maestro de la ley.
Mis hermanos, permitamos que el Señor también sane nuestro corazón, para que, miremos que el otro necesita de misericordia, que el otro necesita de nuestro amor, que necesitamos compartir con el otro. Que, con el corazón curado, nosotros también extendemos nuestras manos para aquellos que más necesitan.
Jesús curo la mano seca de aquel hombre, pero Jesús quería curar y quiere curar mi corazón y tu corazón. Extendamos nuestro corazón al Cristo, si él esta seco, por causa de la envidia, por causa de la ingratitud, que el Señor cure nuestro corazón petrificado, por el odio, por la rabia, que el Señor toque nuestro corazón, que deje de ser un corazón seco, para ser el corazón que ama, y que mire el otro con misericordia.
La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!