La verdad fundamental de nuestra fe es que Cristo resucito
“Pues cuando resuciten de la muerte, ya no se casarán hombres y mujeres, sino que serán en el cielo como los ángeles” (Marcos 12, 25).
La gran cuestión del Evangelio de hoy son los saduceos, pues ellos afirmaron que no existió la Resurrección. Lo que los saduceos afirmaron es también la afirmación del siglo en que vivimos. Hay aquellos que niegan la Resurrección y viven si ella no fuera un hecho.
Existen dos formas de negar la Resurrección. La primera es la forma de vida materialista. El materialismo no se resume al consumo de cosas materiales, pero es como si la vida fuera solo a partir de la materia y de la carne, y todo lo que hacemos se proyecta para esta vida carnal.
Cuando no cultivamos la vida espiritual, cuando no cultivamos la fe en la Resurrección y en la vida futura, ponemos toda nuestra esperanza, todo aquello que creemos, todo aquello que es nuestra existencia solo en este mundo; entonces, llevamos una vida materialista y, realmente, mantenemos en nosotros las semillas de la Resurrección. Es una dureza y una frustración vivir así; es, por encima de todo, una agonía, porque la muerte nos aterroriza. Cuando muere alguien, entramos en el desespero y las luces se apagan.
La luz de la Resurrección ilumina todas las realidades de la existencia humana, porque creemos en el Resucitado. La luz de Él, Su brillo y el fuego de Su Resurrección iluminan lo que pensamos, sentimos y hacemos. La luz ilumina nuestra esperanza.
La segunda forma de negar la Resurrección es, de hecho, la mentalidad reencarnacionista, doctrinas, sectas que predican el hecho de la reencarnación, creen que las personas pasarán por etapas de purificación y renovación.
No se puede creer en el mismo espacio con la Resurrección y la reencarnación. La verdad fundamental de nuestra fe es que Cristo resucitó, nos dice la Carta de San Pablo a los Corintios. Porque, si Él no resucitó, es vana nuestra fe; y todos que vienen de Cristo también resucitan con Él. Esta es nuestra verdad, por eso no vivimos con preocupaciones materialistas acerca de la vida después de la muerte.
Tenemos una única esperanza en nuestro corazón: aquel que vive en Cristo vivirá con Él para siempre. ¿Cómo va ser después? Los ojos no vieron ni la capacidad humana es capaz de comprender, entender y penetrar en aquello que Dios ha preparado para nosotros.
¡Si fue Dios quien preparó, solo puede ser muy bueno! ¡Aguardemos y vivamos en la fe de Aquel que amó, murió y resucitó por nosotros!
¡Dios te bendiga!