Necesitamos conquistar la pureza que tienen los niños, porque Jesús expulsa el mal y las impurezas de nuestra vida

¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!. (Lucas 4,36)

Jesús estaba en la sinagoga y había un hombre poseído por un espíritu impuro que gritaba en alta voz: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros?”. Es muy importante resaltar que el espíritu maligno es impuro, sucio y su obra consiste en ensuciar el mundo, volverlo inmundo e impuro, es ensuciar a toda la humanidad.

Ya has visto que horrible es una casa sucia, una ciudad sucia, un mundo totalmente sucio e impuro, pero piensa cuán horrible es un alma sucia, sucia e inmunda, y la obra del demonio es justamente esa.

No pienses que la posesión es cuando una persona comienza a gritar o hablar palabras desordenas. Obviamente existen casos de posesión en todo el mundo, pero la gran posesión del mundo es la impureza.

El maligno no se conforma solo con el corazón sino que comienza por la mente. Una mente sucia tiene muchas maldades, ve todo a través de la óptica del mal. No es difícil percibir cuando las personas van a conversar e inmediatamente trae algo negativo y con maldad. El problema es la maldad que está en su cabeza, después del corazón que habla a través de la boca y sale cosas impuras que dañan la conversación, el pensar y el hacer.

La forma en que enemigo actúa en mundo en el que estamos es convirtiéndonos en personas impuras. ¿De qué modo sucede eso en nosotros? Somos una mezcla, en nosotros está el bien, la gracia de Dios también está, las virtudes forman parte de nuestra vida y de nuestro corazón, sin embargo, dejamos mezclarnos por lo que es sucio e impuro, y entonces vienen palabras, pensamientos y sentimientos. Las cosas se mezclan dentro de nosotros y por eso necesitamos de la autoridad de Jesús.

Jesús tiene la autoridad y el poder sobre los espíritus impuros, en otras palabras: Jesús tiene el poder de purificarnos y de expulsar lo que roba de nosotros el esplendor de ser la imagen y semejanza del Señor.

No permitamos que los espíritus dominen nuestras casas, familias, relaciones familiares, nuestras amistades y lo que hacemos, pues tenemos muchas discordias, acusaciones, peleas, envidias, envidia, y prevalece en nuestro corazón el rencor, el resentimiento y la herida, porque esto roba la pureza de Dios en nosotros.

Fíjate en un niño; toma a un bebé en tus brazos, en él no hay ninguna impureza, no hay ningún sentimiento malo, no hay mezcla entre el bien y el mal, por eso el Reino de los Cielos es de los niños y necesitamos conquistar la pureza que las identifica, porque Jesús es el que expulsa el mal y las impurezas de nuestra vida.

¡Dios te bendiga!