“Jose, Hijo de Davi, no tenga miedo de recibir Maria como tu esposa, porque ella concibió por la gracia del Espíritu Santo” (Mateus 1,20)
Hoy, tenemos la gracia de celebrar la Natividad de la Virgen Maria, tenemos la gracia de celebrar el nacimiento de Maria. Para nosotros es muy significativo, porque gustamos de celebrar la vida, nuestro aniversario, el día de nuestro nacimiento. Aunque muchas veces, centralizamos la celebración del nacimiento en torta, en fiesta, en “felicitaciones para usted”, el sentido y significado no es este.
Celebrar el nacimiento de alguien es reconocer el don y el significado que la vida tiene. Y cada vida humana tiene un significado único, singular y particular. Entonces, celebrar el día de nuestro nacimiento, primero, es reconocer la grandeza, el amor de Dios que nos dio a nosotros el don de vivir, que nos llamó a la existencia. Es una actitud de gratitud al Señor de la vida.
Muchas veces, volveremos para nosotros, exaltando nuestro ego, -” Mi aniversario” – pero es la celebración de la vida que Dios dió a nosotros. Después, es un reconocimiento aquellos que generan la vida: nuestros padres, que tuvieron la gracia de unirse de forma amorosa y concibe, pasando a existir y nacimos para vivir. Cada día de nuestra existencia tiene un significado singular por el sí de nuestros padres. Entonces, a ellos nuestra gratitud y nuestro reconocimiento.
Es una cuestión de corresponder, es hacer la vida resonar la gracia de Dios que está en nosotros.
Después, el significado que nuestra vida tiene en el mundo donde estamos y en la misión que realizamos. Ninguna persona vino a este mundo solamente por venir, vinimos para realizar una misión. Por eso, hoy, cuando celebramos la natividad, el nacimiento de la virgen Maria, reconocemos, primero, la paternidad: ella es hija del padre muy amado.
Es cada persona siendo única en el corazón de Dios, Maria, por supuesto, la hija amada del padre, nació con una misión toda singular. Fué en vista de su hijo Jesús que ella fue concebida sin pecado y nació para cumplir una misión divina.
Maria se ha tornado esposa del Espíritu, fue por trabajo y acción del Espíritu Santo que ella concibió Jesús, Nuestro Salvador. Maria, la quien hoy celebramos la vida, tornase toda de Dios. Y nosotros también podremos en nuestra vida ser todo entero de Dios, simplemente hazlo responder la misión al cual fuimos llamados.
En el bautismo, en aquél toque de gracia, en aquella unción que todos reconocemos, la vida de Dios nace en nosotros. Es una cuestión de corresponder, es hacer la vida ressonar a la gracia de Dios que en nosotros está.
Maria correspondió a la gracia que Dios le dió. Hoy, nosotros podemos mirar para ella, celebrar su vida, su nacimiento y decir: “Maria, como tu, quiero también corresponder a la gracia divina que está en mi”
Dios te bendiga