“Y dijo el Señor: ¿A qué, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes? Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.” (Lucas 7, 31-35).
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Seguramente, ya te has dado cuenta del Espíritu de apatía, de indiferencia y de inercia que se cierne sobre la generación actual. Las personas están perdiendo la capacidad de dejarse envolver en causas nobles, muchas no quieren comprometerse con absolutamente nada ni con nadie.
Parece que tanto la alegría como la tristeza han dejado de afectar a las personas. Prefieren la indiferencia como medio para evitar posibles sufrimientos, y con eso la vida pasa ante sus ojos y acaba perdiendo su sabor.
Jesús vino para que tengamos vida, y vida en abundancia. Es posible ser feliz y vivir las alegrías del reino de Dios ya en esta vida. Es posible enfrentar un dolor, una pérdida, un sufrimiento, enfrentar un cáncer.
Posiblemente, tú que estás acompañando esta homilía ahora, estés enfrentando un cáncer. Tengo que decirte que, a partir de la palabra de hoy, es posible enfrentar eso. Si la vida, hoy, te ha presentado este desafío, no murmures, no te reveles, sino enfréntalo. Es posible con Cristo. No necesitamos escondernos de los desafíos que la vida nos propone. Dios está en nosotros, Dios está con nosotros.
Necesitamos dejar de buscar culpables para esta actitud nuestra. No culpar fuera aquello que, tal vez, esté dentro de nosotros. Vamos a resolver nuestros problemas, nuestros conflictos, ya sea en la familia, en el trabajo, en la comunidad. No podemos vivir en la indiferencia, tenemos que enfrentar las cosas.
La vida pide madurez
La vida pide una madurez cada vez mayor a medida que los años van pasando, van adelante. Por eso no podemos comportarnos como niños. Jesús habló claramente en el Evangelio: son como niños. No podemos comportarnos como niños ante ciertas situaciones que nos piden un enfrentamiento de forma madura, consciente, comprometida. No podemos esquivarnos de los problemas asumiendo una postura infantil. Muchas veces, huimos, nos escondemos, criticamos de lejos, hablamos mal… Todos esos comportamientos infantiles. Vamos a crecer, vamos a madurar, porque la Palabra nos está diciendo que, justamente, entremos en ese proceso de madurez.
Pidamos al Señor que nos ponga en la vida del modo que ella nos pide y rompamos con toda indiferencia. Si es para llorar, vamos a llorar. Si es para sonreír, vamos a sonreír. Vamos a vivir la vida que el Señor nos ha concedido.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!