“Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.” (Lc 7, 6-7).
¡Que belleza es la narrativa del encuentro de ese oficial romano con Jesús! Porque, ese oficial romano no va atrás de Jesús por causa de sí mismo, porque ni digno él piensa que es. Y mira que él era una persona importante, grande, era un de los representantes de guarda romana, de la presencia del imperio romano, pero él era un oficial diferente, él era estimado, incluso por los propios judios, él ayudo en la construcción de una sinagoga.
Lo que nos llama la atención es la humildad y la fe de ese hombre. Primero, porque él quiere la cura de su empleado. Bueno si tuvieramos jefes verdaderamente preocupados con sus empleados, preocupados con la persona del empleado, y no mirase para él como un empleado, pero como un hijo, como una hija de Dios, como hermano.
A veces, cuando el empleado queda enfermo, la preocupación del jefe es la producción, va quedar sin aquel empleado un día o dos días.. Va ganar menos, quien él va poner en el lugar. Aquel jefe esta preocupado con la persona humana, con la vida de él y no va buscar Jesús para si mismo, pero, es por causa de su empleado. Y, como él amaba y estimaba aquel empleado, él hace lo mejor de si mismo. Y todo el dinero que él tiene, todo el poder que él tiene no es suficiente para curar su empleado. Él sabe que Jesús puede hacer por él, pero él manda que los ancianos de los judios busquen por él.
Que Dios nos de una fe verdadera, autentica; y confianza en Su Palabra
Jesús viene ayudar aquel hombre y queda admirado con la fe de él, primero, porque él muestra profunda humildad y, segundo, porque él muestra profunda fe. “Basta una palabra, Señor, para mi empleado quedar curado”.
Cuando Jesús dijo que nunca encontró tanta fe en Israel es porque los hombres, llamados “hombres de fe”, no tenían tanta fe y confianza en la Palabra de Jesús, pero aquel oficial quería solo una palabra de Jesús.
Tenemos la Palabra de Dios todos los días a nuestro encuentro, pero no la saboreamos; muchas veces, no ponemos fe y confianza en ella y, por eso, ella no realiza una obra en nosotros. Muchas veces, una persona que es incluso más lejana de Dios y de la iglesia, muchas veces es incluso renegada por los llamados “hombres y mujeres de fe”, come de las migajas de la Palabra es transformada y saborea. Entonces, la fe de aquel hombre impresionó Jesús, su empleado quedo curado.
Que Dios nos de una fe verdadera, autentica; y confianza en Su Palabra. Que Él haga de nosotros personas humildes para arrodillarnos a los pies del Señor y tener la convicción de que solo Su Palabra cura y nos transforma.
¡Dios te bendiga!
