“En aquel tiempo, Juan dice a Jesús: Maestro, vimos un hombre expulsar demonios en tu nombre, pero nosotros lo prohibimos, porque Él no nos sigue’. Jesús dice: No lo prohíban, porque nadie hace milagros en su nombre para después hablar mal de mí. Quien no está contra nosotros está a nuestro favor.” (Marcos 9, 38 – 40)

Debajo del control

Mis hermanos y mis hermanas, el Evangelio de hoy relata una situación del llamado celo eclesiastico. O sea, un intento de los discípulos tomar el control del mensaje del evangelio como si fueran propietarios y excluir a quien no estuviera debajo del control de ellos.

Esto termina reduciendo el alcance de la Iglesia a un pequeño círculo, comprometiendo su catolicidad, que corresponde exactamente al contrario. Porque usted sabe que la palabra “católico” significa “universal”, o sea, el mensaje del evangelio es para todos, porque Jesús quiere salvar a todos.

La acción del Espíritu Santo ocurre donde Él quiere, cuando Él quiere y con quien Él quiere. Pedro tuvo que romper la barrera de la comprensión y afirmó en uno de sus discursos: yo estoy cumpliendo que Dios no hace acepción de personas, que Dios no excluye a nadie. Los demás discípulos también dejarán de conducirse por el Espíritu y alargan el alcance de la buena nueva del Reino de los cielos.

Esa mensaje de hoy no dice respecto apenas a la realidad, que es extra eclesiástica, sino también aquellas realidad que están dentro de nuestra Iglesia, no solo de fuera. Existe una variedad de grupos, expresiones, carismas y espiritualidad que compone la belleza y la diversidad de dos dones que Dios entrega a su Iglesia.

Jesús da los criterios para saber si todas las cosas son acciones del Espíritu Santo. Nadie hace milagros en su nombre para después hablar mal de mi. Y este es, de hecho, un excelente criterio, un grupo de la iglesia que se precie no puede nunca, jamás, ponerse a hablar mal del Papa, de los obispos, de los sacerdotes, de otros movimientos de la Iglesia. Sería una señal de descrédito de la propia identidad de católico, alguien que habla mal de un otro grupo dentro de la Iglesia.

Como yo le digo, el Espíritu Santo sopla donde Él quiere, de la manera que Él quiere. La Iglesia es una variedad de dones. Por eso las posiciones contrarias dentro de la Iglesia tienen una forma de ser expuesta. Usted puede hasta discordar de una manera o de otra, pero eso necesita de diálogo, en los espacios de comunión, de sinodalidad … Y no yendo para la televisión o medios de comunicación, difundiendo comentarios ácidos y ofensivos contra los propios hermanos católicos. ¡Esto es inadmisible! Jesus fué bien inflexible.