“En aquel tiempo, dijo Jesús: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11, 28-30).

Alivio del cansacio

Venid a mí. En el mundo saturado de ideologías, soluciones fáciles para los problemas, lleno de conflictos de todo tipo, la palabra de orden de Jesús es: ¡Venid a mí!

Más que una palabra de orden, es una palabra consoladora que el Señor nos da. Pero no consoladora solo en el campo de las ideas, sino en la concreción de un corazón dispuesto a ponernos en reposo y descanso. Eso es lo que Él nos promete.

¿Cuántas veces alguien o alguna situación nos prometió una vida feliz, pero, en el fondo, eso no era verdad? ¿Cuántos cansancios físicos y mentales fueron causados por alguien o por alguna situación?

¿Cuántas fatigas sobrevinieron a partir de decisiones que nosotros tomamos, decisiones erróneas, decisiones mal discernidas, muchas de ellas vinculadas al pecado y errores que nos acarrearon duras consecuencias?

Tal vez algunas de esas consecuencias las estés sufriendo o enfrentando en este exacto momento. Algunas de ellas te hicieron desistir de la vida y entrar en un desánimo y un agotamiento profundo.

¿Qué nos está ofreciendo Jesús, hoy, en el Evangelio que nosotros escuchamos?

Su yugo, sus espaldas. La palabra que está aquí, hoy, en griego “zigos” puede también significar canga. Esa canga, las personas que son del campo van a entender muy bien esa expresión. Es aquel instrumento usado para unir una yunta de bueyes para tirar del arado o del carro con algunas cosas. Por eso queda ahora más claro la intención de Jesús, para mí y para ti.

No es posible caminar en las luchas de la vida solos, necesitamos tener al Señor de nuestro lado, necesitamos de Jesús para tener fuerzas y seguir adelante en nuestra caminata.

Por eso necesito de ese yugo, es necesaria esa presencia de Jesús, esa fuerza renovadora que nos ayuda a vencer nuestras dificultades.

Y mira que Jesús hace mucho mejor que el Cirineo. Él nos toma en brazos en ciertos momentos de nuestra vida, donde nuestra cruz pesa.

Él no apenas nos ayuda a cargarla, sino que Él nos carga en sus brazos, en su infinita misericordia, porque Él tiene una mirada muy particular sobre nuestras realidades.

Refugiémonos en Él, vamos a buscar el yugo de Jesús, que es leve y que nos ayuda en nuestra caminata.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!