“Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mateus 5,3).

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Mis hermanos, hoy, domingo, día del Señor, la Iglesia en el Brasil conmemora todos los Santos. En este día, la Iglesia reune la cantidad de santos y santas, que nosotros no conseguimos nombrar, para comemorar, para celebrar, para alegrarnos a una multitud que ya contempla la gloria de Dios, el rostro de Dios, a una multitud que ha dado un buen testimonio para nosotros, que fue ejemplo para nosotros de santidad.

Al mismo tiempo, cuando conmemoramos todos los santos, el Señor nos llama a la santidad, Él nos llama a vivir las bienaventuranzas.

Bienaventurados, felices los pobres los afligidos, los mansos, aquellos que tiene sed de paz, aquellos que son puros de corazón, los misericordiosos, los perseguidos, los insultados.

En esta lista que Neustro Señor presentó — por supuesto — Él hablaba de Él mismo. Él fue el pobre, el afligido, el manso, aquel que había sed de justicia, el misericordioso. Él que transmitió la paz, que fue perseguido, que fue insultado, pero que se alegra en cada momento, porque hacia la voluntad del Padre.

Somos la comunidad de los santos y debemos exhalar la santidad

Mis hermanos, celebrando todos los santos, pidamos la gracia de vivir la santidad en nuestro día a día. ¿Quién fueron los santos? ¿Quién es el santo? El santo es aquel que ha vivido el ordinario de forma extraordinaria, que ha vivido el sencillo del día a día con temor a Dios, con el deseo de obedecer a Dios, con el deseo de hacer todo por amor a Dios, a Nuestro Señor Jesucristo.

Conmemorando hoy todos los santos, creemos: ellos están en la eternidad, ellos son ejemplos para nosotros, y por eso debemos también imitarlos. ¡El mensaje, cuando celebramos todos los santos, es para nosotros, es para ti! Viva la santidad, vivamos la santidad.

San Francisco de Asís, Santa Teresa D’ávila, San Juan de la Cruz, muchos santos; ellos ya hicieran la parte de ellos, ahora cada uno tiene que hacer su parte, tu tienes que hacer tu parte viviendo la santidad, viviendo el Evangelio de cada día.

San Juan Pablo II nos enseña: “Debemos suplicar al Señor que aumente el espíritu de santidad en la Iglesia y nos enviá nuevos santos para evangelizar el mundo de hoy”.

Sea santo, sea santa, necesitamos suplicar la gracia de la santidad en la Iglesia, porque hoy nosotros necesitamos de santos. ¿Dónde tu estás, no necesita de la presencia de Dios, de un santo, de una santa? ¡Es tu respuesta, es mi respuesta!

El santo es aquel que unido a Dios. Nos enseña San Juan de la Cruz: “El demonio tiene miedo de la alma unida a Dios como al propio Dios”.

Vivamos nuestra unión con Dios, el demonio tiene miedo, temerá como al propio Dios. Que podamos estar unidos a Nuestro Señor para exhalar la santidad, transmitir el perfume de la santidad. Desgraciadamente, existen muchos que “huelen mal” debido el pecado y exhalan el olor del pecado, del mal.

Somos santos, somos la comunidad de los santos y debemos exhalar la santidad. Que todos los santos interceden por nosotros, pero que todos nosotros hagamos nuestra parte respondiendo al llamado del Señor: “Sean santos como yo soy santo”.

La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!