“Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos».” (Lucas 11, 1).
Mis hermanos, hoy, domingo, día del Señor, nosotros somos representados por este Evangelio donde el Señor, con Su vida, hablaba sobre el Reino. Su vida transbordaba y contagiaba Sus discípulos, por eso que ellos seguian a Él, porque ellos fueron profundamente contagiados, amados por Nuestro Señor. Ellos querían mucho ser con Él, querían mucho experimentar lo que Él experimentaba.
Cuanto de nosotros, al ver aquellos idolos del deporte, queriamos ser como ellos. Cuantos de nosotros queriamos ser un jugador de futbol, jugadores de futbol, astros, eso y aquello. Jesús contagio Sus discípulos, principalmente por causa de Su conducta, por causa de Su vida.
Jesús estaba en el monte a rezar, bajo del monte y uno de los discípulos pidió: “Señor, enséñanos a rezar, como los discípulos de Juan aprenderan con él. Nosotros somos Sus discípulos, Jesús, entonces, que el Señor nos enseñe a rezar:” Y Jesús enseño la oración del Padre Nuestro.
Mis hermanos, nosotros necesitamos aprender con Jesús, nosotros necesitamos, cada vez más, alimentar una intimidad con Jesús, porque la intimidad con Él nos lleva al Padre, nos lleva al Espíritu Santo, a la Trinidad Santa, al misterio de Dios.
Uno de los discípulos, pidió: “Señor, enséñanos a rezar”. Nosotros necesitamos también, cada vez más, estar en la presencia del Señor y aprender con Él a rezar. Reflejemos en Él. ¡Jesús es mi modelo; Jesús es su modelo de vida!
Necesitamos alimentar una intimidad con Jesús, porque la intimidad con Él nos lleva al Padre
Y Jesús enseño, entonces, esta oración del Padre Nuestro. Una oración completa, una oración que nos enseña a reconocer que Dios es Dios, que Él es Padre. Una oración que nos enseña que debemos pedir perdón, pero que debemos también dar el perdón.
La oración verdadera, mis hermanos, de los amigos del Señor; la oración verdadera de aquellos que son íntimos del Señor, debe tener por lo menos estos tres puntos: reconocer que Él es Dios; pedir; pero también comprometerse. Son estos los pasos que nosotros necesitamos dar para también sernos íntimos de Jesús, para sernos también Sus amigos.
Que el Señor nos ayude a hacer este camino de intimidad con Él: de pedir, pero también de responsabilizarnos. La oración verdadera, la oración perfecta que fue enseñada por Jesús…¡Sí! Imitemos, hagamos siempre la oración del Padre Neustro. Busquemos, sí, cada vez más el Padre.
Y la oración buena no es aquella que es hecha de palabras bonitas simplemente, pero la oración buena es aquella que nos une a Dios. Que nuestra oración nos une cada vez más a Dios. La oración buena es aquella que engendra conversión. ¿Esta engendrando cambio de vida? ¡Esta oración es buena mismo!
¿Esta oración es un encuentro con Dios? ¿Esta oración engendra conversión? Esta oración engendra comprometimiento con el Reino y con los hermanos? Es la oración buena, es oración del Padre Nuestro, esta oración completa.
¡Oremos siempre al Padre Nuestro, practiquemos siempre la oración del Padre Nuestro en nuestra vida!
La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!