“Mas ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros, diciendo: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores” (Mateo 11, 16-19).
Jugar a la boda o jugar al funeral
Muy bien, hermanos y hermanas, Jesús compara a su generación y detecta que se parece a los niños. Podríamos llamarlos “que es contrario”.
No sé si entienden bien esa expresión, ese tipo de persona que actúa de forma contraria a lo que se le propone. No sé si han encontrado a alguien así, que siempre es del bando contrario. Todo lo que se propone, quiere lo contrario. También puede existir este tipo de comportamiento dentro de mí y de ustedes.
Un tipo de comportamiento que no se contenta con nada, no vive el momento presente, sino que siempre está queriendo otra cosa, estar en otro lugar o en otro momento.
¡Qué difícil es ayudar a alguien que no quiere ser ayudado! ¡Qué difícil es y fue para Jesús salvar a alguien que no se dejaba envolver por su salvación! Pereza, indiferencia, falta de voluntad son males que asolan nuestro corazón, el corazón de muchos cristianos en el tiempo de hoy. Jesús tuvo que comparar este tipo de comportamiento con el de los niños, los niños que estaban jugando aquí.
Los juegos de los niños de aquella época no eran las tablets, smartphones, videojuegos modernos; los juegos eran otros, y dos de ellos están descritos en el Evangelio de hoy. Puede parecer un poco extraño jugar a la fiesta de bodas y jugar al funeral. De funeral, incluso hoy en día hay muchos padres cristianos que se han adherido a la fiesta de Halloween y han dejado que sus hijos se involucren en esa cultura de muerte, cultura de terror.
Pero aquellos niños no se adhirieron a esos juegos. Era para bailar, y nada. Era para llorar, y nada. Y Jesús toma este ejemplo, aquí de estos juegos, precisamente para alertar nuestro corazón.
Que, en este Adviento, Jesús reavive, en nuestro corazón, el gusto por la vida cristiana, el deseo de amar a Dios, el celo por las cosas sagradas. Que el Señor no nos deje en la indiferencia, en la tibieza, en la pereza, en el desánimo.
Que Él saque nuestro corazón de todo eso y nos devuelva el entusiasmo de vivir aquello que el Templo presente nos propone.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!