“Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigentes, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré” (Lc 19, 22).
Las parábolas de Jesús son contadas dentro de un contexto cultural, donde las historias que Él trae es narrativas que, muchas veces, los oyentes conocen. La sabiduria del Maestro es coger estas narrativas es compararlas con las realidades del Reino de los Cielos, aún que algunas de ellas tengan lenguaje duras para nuestra comprensión.
Estamos acostumbrados siempre con el aliento, con la ternura, pero la vida también es hecha de la seriedad, de la dureza y de la comprensión de la verdad. Y esta, muchas veces, es dura, pero necesitamos seguirla para no vivir engañados y llevando nuestra vida de cualquier forma.
Bendecido es quien despierta temprano para ir atrás del pan de cada día, bendecido es quien cuida de su propia vida
Jesús esta nos diciendo, hoy, que no podemos tratar la vida de cualquier forma, dejando “la vida de cualquier forma”. No podemos dejar que la vida nos lleve de cualquier forma. Somos nosotros que tenemos que guiarla y llevarla con la gracia y la bendición de Dios. Pero Él entrego en nuestras manos nuestra propia vida, como el ejemplo de la parábola, donde el empleado entrega a sus empleados cien monedas de plata para que negocien, para que cuiden, para que hagan ocurrir el dinero que recibieran. Podemos tomar aquella actitud activa: “¡Mira, estoy con cien monedas de plata, puedo hacer mucha cosa! ¡Puedo investir, puedo hacer ese dinero multiplicarse”! Pero si soy de aquellos pasivos inactivos, usando una expresión dura y evangélica – malo y perezoso – , yo simplemente dejo el dinero guardado. El dinero solo no se multiplica, pero, en una era inflacionaria, el dinero incluso se pierde.
¡Imagina lo que es poner dinero debajo de colchón como muchas personas ya lo hicieran! Después de muchos años, no sirve para nada. Así, muchas veces, estamos poniendo nuestros dones, nuestros talentos, nuestras capacidades para actuar en la vida “debajo del colchón”. Miramos las cosas siempre con muchas dificultades, con muchos problemas, y no tenemos reacción, la reacción de la acción, la reacción de correr atrás, de hacer ocurrir.
Bendecido es quien despierta temprano para ir atrás del pan de cada día. Bendecido es quien cuida de su propia vida, cuida de sus negocios. Y, aquí, no estoy me refiriendo a los negocios de desvío, pero de quien cuida de hacer su vida ocurrir con diligencia, con empeño y determinación.
Bienaventurado es quien trabaja para sostener su casa,su familia, y da lo mejor de sí para eso ocurrir. Bienaventurado es quien vive en la bendición y en la gracia de Dios, y no vive la vida quejándose, murmurando, pero superando las frustraciones y decepciones con aquello que no ha funcionando. Muchas veces, emprendemos aquí y no funciona.
Tu vas a ver un buen plantador, él va intentando en vários lugares, hasta encontrar aquel lugar donde va para adelante su plantación. Sí él desanima en la primera vez que no ha funcionado, él va siempre seguir la vida en la mirada de la frustración, y no es así que tenemos que mirar, es con la mirada de la determinación y de la superación para que, a cada día, podamos coger los frutos de nuestro empeño y de nuestro trabajo.
¡Dios te bendiga!