“Herodes se enojó muchísimo cuando se dio cuenta de que los Magos lo habían engañado, y fijándose en la fecha que ellos le habían dicho, ordenó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y sus alrededores. Así se cumplió lo que había anunciado el profeta Jeremías” (Mateus 2,16-17).
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Mis hermanos, dentro de las Octavas de Navidad, hoy, día 28, celebramos los Santos Inocentes. ¿Quien fueron estos Santos Inocentes? Acompañamos aquí, en la pasaje del Evangelio, que Nuestro Señor había nacido y los magos fueron hasta el rey Herodes para ofrecer regalos al rey que había nacido. Además, Herodes quedo confuso: “Pero, ¿cómo que ustedes han venido regalar el rey? ¡Yo soy el rey!”. Y los magos no reconocieran como el rey, pero el rey que había nacido.
Ellos querían regalar y han combinado; decía Herodes: “Entonces, si ustedes encontraren el rey, me digan porque también quiero adorar a Él”. En realidad, Herodes quería matar el niño; y aquellos magos encontraran el rey, el verdadero rey (Jesús), ofreceran sus regalos — como conocemos la historia —, y partirán por otro lado. No fueron avisar Herodes.
Nos habla la Lectura, que acabamos de escuchar, que Herodes quedo furioso por cuenta de eso, él se sintió engañado. Entonces, ¿qué él hizo? Desgraciadamente, mando matar los niños de dos años para bajo. Son estos Santos inocentes que celebramos hoy. Ellos, sin saber, han dado la vida por causa de Cristo.
Que Cristo pueda nacer en el corazón de los incrédulos, por medio de tu testimonio
Estos niños que, nos habla el Oficio de las Lecturas hoy, en la Liturgia de Horas, sin saber y sin poder balbucear algunas palabras, proclamaran el Cristo, vivieron y dieron la vida, mismo con la vida corta, pero dieron la vida por causa de Cristo.
Mis hermanos, nuestro tiempo clama por testimonio de fe. Estos niños dieron testimonio, mismo con la vida corta, mal sabían hablar, pero dieron la vida por el Cristo; mal sabían hablar, pero proclamaran el Cristo.
Con nuestras palabra proclamemos Cristo, pero principalmente con nuestro testimonio proclamemos Cristo. Con nuestra fe nos contagiamos unos a los otros. Muchas veces, es sin decir nada que vamos evangelizar mucho, aquellos que están incrédulos, aquellos que ya se cansaran de las palabras.
Hay mucha gente así: incrédula porque escucha hablar mucho de Cristo, pero no ve Cristo en mí y en tí. Necesitamos revelar el Cristo, no con nuestras palabras simplemente, pero con nuestro testimonio.
Que las personas, al mirar para ti: “Esté allí el Cristo”. Que las personas puedan mirar para mí y ver también el Cristo. Que el Cristo pueda nacer en el corazón de los incrédulos, por medio del testimonio.
La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!