“Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” (Mt 18,21-19,1) .
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A partir de esta pregunta de San Pedro, Jesús contará una breve parábola en la que veremos a un señor al que se le perdonó una gran deuda, pero que no tuvo la capacidad de perdonar. Recibió compasión, pero no tuvo la capacidad de ofrecerla. Tanto es así que Jesús dijo: “¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”.
Quien hace la pregunta es Pedro, quien se acercó a Jesús y le preguntó sobre el perdón. Probablemente, el corazón de Pedro, en este momento, estaba invadido por la dificultad de perdonar. Quería saber los pasos que tendría que dar para perdonar a sus hermanos.
Si recordamos el Evangelio anterior, los discípulos preguntaron quién era el mayor en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, ya existían, probablemente, rencillas, cosas comunes a las realidades humanas. Y como Pedro había recibido el poder de las llaves, probablemente existía alguna dificultad en la comunidad entre ellos. Y, claro, Pedro, al hacer esta pregunta, también necesitaba perdonar a los hermanos con los que convivía, los discípulos, que son personas elegidas por Dios, pero son humanas, como todos nosotros. Entonces, probablemente, Pedro estaba motivado por el deseo de perdonar, porque él mismo necesitaba perdonar.
El poder del perdón en la vida de la Iglesia
Debemos pensar que, en el futuro, Pedro será perdonado de una gran deuda, porque negó a Jesús, pero fue perdonado. Y él mismo, que fue perdonado grandemente, necesitará y deberá perdonar siempre a sus hermanos. Jesús anticipa esta enseñanza en la vida del discípulo. Él, que será perdonado de una gran deuda, deberá ofrecer el perdón a todos, a los discípulos y a la Iglesia. Él, que será la referencia, que recibió el poder de las llaves, tendrá el poder de perdonar también las grandes deudas de los hermanos.
La Iglesia nos perdona constantemente. ¡Cuántas veces nos acercamos al sacramento de la penitencia, confesamos y obtenemos este perdón de Dios! San Pedro, en este día, es la referencia. Fue muy perdonado por la Iglesia, por el poder de las llaves y también ofrece el perdón a cada uno de nosotros. Lo que ata aquí en la Tierra es atado en el cielo, y lo que desata también es desatado. Que, en este día, abramos nuestro corazón al perdón, abramos nuestro corazón a la compasión, porque el Señor nos perdona siempre y así también nosotros debemos perdonar.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!