“Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso. Pues mi yugo es suave y mi carga liviana.»” (Mt 11, 28-30).

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Mis hermanos y mis hermanas, esta es, incluso, la Lectura del día de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, que celebramos en el mes pasado. Pero realidad esta que nos apunta el estilo de vida de Jesús, para el cual Él también atrae nuestro corazón. Jesús quiere que nosotros también vivamos esta experiencia con Él.

Jesús siempre se opone a la lógica mundana, porque, dificilmente, un jefe pregunta por el cansancio de su empleado – en algunas excepciones, cuando ese jefe es cristiano y tiene un corazón muy humanizado — pero, dificilmente, un jefe pregunta por el cansancio de sus empleados.

Cuenta la lógica de la producción, del rendimiento, del beneficio por medio del agotamiento, muchas veces, de las personas. En la vida espiritual, no es así, porque el amor de Cristo no es pretencioso ni interesado; el amor de Cristo es deseado del corazón humano. Cristo quiere el corazón del ser humano, que se acerca de ese corazón.

Aún cansados en el físico, nuestro corazón esta en Dios y nuestra alegría es plena

Y la decisión de vivir mejor nuestra vida se apoya en nuestra libertad y en el aprendizaje con el corazón de Cristo, por eso Él dijo: “Aprender de mí que soy manso y humilde de corazón”. Y Jesús nos enseña no forzando, pero demostrando Su amor gratuito e incondicional.

El amor de Jesús es demostrativo, no es con autoridad. Generalmente, tendemos de ser violentos o muy bueno, reaccionamos con rabia, con agresividad y rencor o también reacciones con la connivencia, transgrediendo con todo lo que vemos de mal en el otro.

Jesús ofrece, hoy, su yugo, la liviandad de su relación con el Padre; la libertad que Él experimenta en la presencia de Dios. Él quiere que nosotros tomemos su yugo en la medida correcta. Jesús no es connivente con nuestros errores, Él nos señala un camino de conversión, nos llama a aprender Su corazón, pero también ofrece el bálsamo de la misericordia para los corazones heridos.

Descansar no es dejar de hacer cosas o dejar de hacer tareas. El “descansar”, que Jesús invita en el Evangelio, es vivir todo teniendo Cristo al lado. Sin el Cristo, lo poco que nosotros hacemos puede ser estresante, puede ser agotador, pero con Cristo lo mucho que nosotros hacemos es soportable y trae comodidad para nuestra alma. Porque, aún cansados en el físico, nuestro corazón esta en Dios y nuestra alegría es plena.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!