“Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: ¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!” (Lucas 6,20).
Mis hermanos, Nuetsro Señor, en el Evangelio de Lucas, también presenta las bienaventuranzas. Y la diferencia del Evangelio de Mateo para el Evangelio de Lucas es que Jesús llama de bienaventurados aquellos que sufren; aquellos que pasan necesidades por causa de Él, pero Jesús también advierte, en el final del Evangelio de hoy, aquellos que son los ricos, que ya tiene la consolación, aquellos que tienen el pan con abundancia, que no pasan hambre porque, después, pasaran hambre.
Jesús hace este aviso: aquellos que tienen bienes, entonces, compartan. Vamos decir así: “No ríen solo, pero comparten lo que tiene”. Jesús esta hablando, esta denunciando aquellos que, infelizmente, tiene pan con abundancia; aquellos que tienen bienes, pero que son apegados a estos bienes y no comparten.
Vivamos sí una vida de dolor y sufrimiento, en nombre del Señor
Nuestro Señor llama la atención; “¡Ahí de ustedes que no comparten! Ahí de ustedes que están apegados”. Y los bienaventurados son exactamente aquellos que son desapegados; desapegados de la propia voluntad y apegados a la voluntad de Dios.
Este Evangelio de las bienaventuranzas y también de los “ahí” de Nuestro Señor: “¡Ahí de ustedes que no está viviendo una vida correcta! ¡Ahí de ustedes que no han compartido! Ahí de ustedes que está oprimiendo los necesitados!”. Nuestro Señor esta nos advirtiendo.
Y cuantos pobres están ahí, alrededor de nosotros, clamando por nuestra distribución, clamando por nuestro amor, clamando por nuestra misericordia. Mis hermanos, que nuestro corazón no este cerrado, que nuestros ojos estén abiertos para la caridad para con estos nuestros hermanos.
Que vivamos sí las bienaventuranzas. Vivamos sí la distribución. Vivamos sí la misericordia. Vivamos sí una vida de dolor y sufrimiento, en nombre del Señor. Vivamos sí una vida de persecución, por causa del Reino, pero, si nosotros fuimos fieles, nosotros obtendremos el Reino de los Cielos.
Que el Señor nos ayude a vivir el desapego y el apego unicamente a la voluntad de Él, el apego unicamente en ser un bienaventurado. Desapegados de las cosas del mundo y apegados a las cosas de Dios. Y, por eso, vivamos el perdón, vivamos la misericordia, vivamos el amor para con aquellos que claman y que están allí, alrededor de nosotros. Y aquellos que nosotros nos acercamos, que nosotros podamos dar el Cristo para ellos.
La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!