“Amarás al Señor Dios de todo tu corazón, de toda tu alma, y de todo tu entendimiento” (Mateo 22,37)
Los fariseos quieren escuchar de Jesús aquello que Él enseña, incluso, ponerlo a prueba. Por eso, este maestro de la Ley pregunta cuál es el mayor mandamiento de la Ley. Jesús no hesita en responder: “Es amar a Dios sobre todas las cosas, con todo corazón, con toda la alma y entendimiento”
Tal vez lo que tenga falta para los fariseos de ayer y para nosotros, los fariseos de hoy, nos es saber lo que es amar a Dios sobre todas las cosas; lo que falta es practicar el amor a Dios sobre todas las cosas. Cuando colocamos Dios en primacía en nuestra vida, nosotros lo dejamos conducir en los pasos y nuestros corazones, dejamos Dios, realmente direccionar nuestra vida. No obstante, primero tenemos que direccionar nuestra vida para Él amando, orando, volviéndonos para Él de verdad. Nosotros ocupamos de Dios y dejamos que Él ocupe los espacios de nuestra vida, nuestros pensamientos, sentimientos e intenciones.
No amamos a Dios solamente cuando vamos a rezar, solo cuando participamos de la santa misa. No amamos a Dios solo cuando abrimos la Biblia o cuando reflexionamos la liturgia, la palabra de Él. Amamos a Dios con todo aquello que somos, y con todo aquello que hacemos.
Quien ama a Dios de verdad ama al prójimo con toda la intensidad
Cuando amamos a Dios sobre todas las cosas, no ponemos lo que pensamos, lo que queremos en primer lugar. Colocamos la palabra y la voluntad de Él, la dirección que Él da para nuestra vida.
Muchas veces, direccionamos nuestra vida para Dios, pero para hacer-lo de Él lo que queremos. En vez de servir a Dios, queremos que Él nos sirva, Eso no es amar a Dios, mas instrumentalizar su gracia.
Por eso, tenemos muchas decepciones religiosas y espirituales, porque queremos instrumentalizar Dios. Y eso que estaban haciendo los fariseos y doctores de las leyes. Jesús está enseñando “La dirección de la vida es amar a Dios sobre todas las cosas” Y eso, va ser tan práctico, porque quien ama a Dios sobre todas las cosas va amar a sí mismo, cuidar de sí a cada día y con la misma intensidad, va amar al prójimo.
Ponemos todo el énfasis en amar a Dios. Lo amamos, meditamos, oramos, vamos a la iglesia, hacemos lo que él nos dice, pero no tenemos el mismo amor por los demás.
Veo, muchas veces, que podemos pasar horas en el Santísimo orando con toda la devoción del corazón, pero no tenemos cuidado con nuestro hermano, despreciamos al prójimo, atacamos al otro, ignorándolo, ridiculizando al otro… Eso es lo excesivo. que no llega al corazón de Dios.
Quien ama verdaderamente a Dios ama a su prójimo con toda la intensidad.
¡Dios te bendiga!
