En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis?” (Mt 5,43-48)
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Ayer, hablábamos precisamente sobre hacer el bien a los enemigos, y Jesús sigue en este camino. Durante todo el mes de junio, hemos percibido cuánto Jesús quiere que sigamos sus caminos, que vivamos sus mandamientos y renunciemos a lo que es malo. Parece que se está volviendo algo aburrido, porque las lecturas se parecen.
Jesús quiere reforzar en nosotros el deseo de optar por hacer el bien. ¿Por qué, hermanos míos? Él quiere el amor de sus discípulos, quiere que ustedes amen, se entreguen. Jesús quiere que su amor rebalse como Dios rebosó sobre nosotros. Y que su amor sea auténtico y activo.
Si has notado al final de este Evangelio: “¿Qué recompensa tendréis por amar sólo a quien me ama?”. El Señor nos está pidiendo que vayamos más allá. Ser cristiano, ser discípulo de Jesús es ir más allá de lo que nos conviene, porque lo que nos conviene nos paraliza y nos lleva a un punto determinado en el que no avanzamos.
Jesús nos está enseñando también a querer siempre el bien. ¿Quieres vivir esta vida que Jesús nos pide de vivir el bien, de buscar el bien incluso de aquellos con quienes tenemos dificultades? Porque eso es lo que Jesús está diciendo en el Evangelio de hoy. Superar las barreras, superar las dificultades, superar la fastidio del otro.
¡Amar, amar y amar siempre!
Sé que no es fácil. Cuando digo esto, no estoy diciendo que seremos marionetas en las manos de Dios. No, no es eso. Tú tienes libertad, voluntad, inteligencia, sabiduría, tienes la oportunidad de decir sí o decir no a Dios. Tú tienes esa libertad. Jesús no te está robando tu libertad. Él no quiere ponerte dentro de una cajita, dentro de una forma para que seas sólo de esa manera. No, no es eso. Él solo nos está advirtiendo que para seguirlo fielmente, necesitamos ser maestros en el amor. ¡Amar y amar!
Ayer hablaba y hoy el Evangelio nos dice: “Bendice a los que te persiguen y ama a tus enemigos”. ¿Es difícil? Sí, pero es importante.
Tuve que perdonar a alguien que me hizo un gran mal un día en mi vida. Y cuando me ordené sacerdote, esa persona se arrodilló a mis pies y vino a pedirme perdón por todo el mal que me había hecho. Pero porque yo no pagué el mal con el mal, he podido generar frutos en la vida de esa persona. He podido perdonar a esa persona, amar a esa persona que me hacía daño, pero pagué su mal con el bien en la oración. Así es como Jesús pide que vivamos.
Que Dios te ayude y te dé la perseverancia de vivir el amor. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.