“En aquel tiempo, estando ellos en Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; mas al tercer día resucitará. Y ellos se entristecieron en gran manera” (Mt 17, 22-27).
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Hermanos y hermanas, ¿cuántas veces nos entristecemos porque no sabemos el porqué de una realidad? ¿No sabemos la finalidad o no logramos vincular nuestro corazón a esa realidad? Aquí Jesús habla de resurrección, de su entrega por amor y para la salvación de cada uno de nosotros, pero el corazón de los discípulos se entristeció.
Se entristecieron a causa de la muerte, porque les faltaba alcance espiritual, les faltaba la comprensión sobrenatural y eso también ocurre en algunas situaciones de nuestra vida. No tenemos la profundidad y la mirada de fe ante las situaciones que nos entristecen y muchas veces nos preguntamos el porqué o el para qué. Sabemos que es para nuestra salvación y es un poco obvio que es para nuestro crecimiento, para nuestra estructuración humana y espiritual para que permanezcamos en el Señor.
Crecer en fe para superar los desafíos
Pienso que una pregunta esencial que podemos hacernos ante las situaciones que nos entristecen, que nos desaniman, ante las enfermedades que surgen, porque nadie controla la aparición de una enfermedad o de una tragedia. La gran pregunta no es por qué, y tampoco es para qué.
Ya sabemos el para qué, para que un día estemos unidos en comunión con Dios. Pero la gran pregunta que marcará la diferencia en tus actitudes es qué. ¿Qué voy a hacer ahora ante esta situación? ¿Qué debe vincularte a Dios? ¿Qué hacer? Entonces, debo actuar siempre en presencia y en comunión con Dios. Esa comunión con Dios viene de la oración.
Que el Señor nos enseñe esta gran gracia de rezar bien, de crecer en la fe para actuar en respuesta a ese qué. Siempre a partir de aquello que Él nos indica y del camino que Él nos señala.
“El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, pero será entregado para la salvación”. Conectémonos con esta salvación en el día de hoy.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!