Misterio de la cruz

“En aquel tiempo, Jesús salió con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había allí un huerto [jardín] donde entró Él con sus discípulos. También Judas, el que lo entregaba [el traidor], conocía el lugar, porque Jesús solía reunirse allí con sus discípulos. Judas, pues, tomando una cohorte de soldados y algunos guardias de los sumos sacerdotes y fariseos, llegó allí con linternas, antorchas y armas. Entonces Jesús, consciente de todo lo que le iba a suceder, salió a su encuentro y les dijo: ‘¿A quién buscáis?’” (Jn 18, 1-19,42).

Estamos en el contexto de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, el Viernes Santo. La lectura de la Pasión del Señor narrada en Juan, capítulo 18, versículos 1 a 19, 42 (Juan 18, 1 – 19, 42) es una de las más profundas y dolorosas del Evangelio. Describe el sufrimiento, la prisión, el juicio y la muerte de Nuestro Señor Jesucristo y, al mismo tiempo, revela algo muy importante: la grandeza del amor de Dios por toda la humanidad.

Este pasaje, hermanos míos, nos invita a meditar sobre el misterio de la cruz, el significado profundo de la entrega de Jesús por cada uno de nosotros.

A continuación, una reflexión para ti: ¿cómo has abrazado tu cruz?

En la cruz, Dios demostró todo Su amor por la humanidad. Cuando nosotros abrazamos la cruz, también estamos abrazando el amor que Dios tiene por nosotros. Cuando no abrazamos la cruz, vivimos una vida tenebrosa, en la oscuridad, en el pecado, en la muerte.

Por eso, hermanos míos, aun sabiendo Jesús lo que le esperaba, Él se entrega voluntariamente. Este momento es profundo, este momento es significativo, pues revela el poder de la libertad con la que Jesús elige.

¿Qué has elegido tú? ¿La cruz como un paso hacia la gloria, hacia la resurrección, o las cosas momentáneas de este mundo de riquezas, de grandeza, de poder, pero que no nos llevan a la gloria del Señor?

La cruz, sí, hermanos míos, es para nosotros salvación, es el camino que debemos recorrer junto con nuestro Señor.

¿Qué eliges tú: la cruz o las cosas de este mundo?

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!