“Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír». (Lc 4, 16-21).
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Mis hermanos y mis hermanas, un Evangelio riquísimo porque, especialmente, en este mes de septiembre (que nosotros lo dedicamos, en la Iglesia del Brasil), el mes de la Biblia, dedicado a la Palabra de Dios. No el libro, pero lo que él contiene. Porque no somos la religión del libro, somos la religión de una Persona, que es Jesucristo, el Señor.
Jesús es la llave de lectura de la Sagrada Escritura porque, sea en el Antiguo Testamento o en el Nuevo Testamento, Él puede ser el intérprete de las dos realidades.
Bonita la expresión: “Jesús en la sinagoga, abriendo el libro”, Él puede abrir el libro porque es ese intérprete autorizado, Él es creíble porque es la palabra encarnada.
Jesús es la revelación perfecta de Dios, Él es la Palabra viva en nuestro medio
El texto nos habla que Jesús estaba en su tierra. Tu sabes que Jesús ha crecido en Nazareth, y como para nosotros es desafiador, muchas veces, hablar aquellos que son de casa, hablar para aquellos que son de grupo, de la comunidad; hablar a los padres, hablar a los obispos. Vivo ese desafio constantemente cuando tengo que presidir una celebración donde están presentes otros sacerdotes.
Recientemente, recibí el testimonio del obispo de Petrópolis (RJ – Brasil), Monseñor Gregório, que hablaba que acompañaba las Homilías Diarias aquí en canal. ¡Como es desafiador hablar para un obispo! Pero Jesús esta confortable porque creció allí y fue bien creado, por sus padres, especialmente, bien creado en la vivencia de fe. Jesús creció en sabiduría y gracia, delante de Dios y de los hombres.
Seguramente, Jesús fue un buen ciudadano, un buen profesional, un buen hijo, un buen judío, entonces, para Él aquel binômio “palabra y vida”, ya era bien practicado. Jesús vivía muy bien los principios de la Ley de Dios.
El texto nos habla que era costumbre de Jesús ir hacia sinagoga. La sinagoga era la escuela de la Palabra de Dios, Jesús era un amante de la Palabra de Dios. Él encarnó mucho la Palabra en su vida que puede decir en su breve homilía – homilía brevísima que Jesús hizo – “Yo soy lo que ustedes acabaran de escuchar”.
Una cosa es escuchar algo bonito, otra cosa es estar delante de eso que se habla, en carne y hueso. Jesús es la revelación perfecta de Dios, Él es la Palabra viva en nuestro medio. ¡Abramos nuestro corazón, especialmente en este mes de septiembre, para que la Palabra de Dios, esta fuerza transformadora, convierta nuestros corazones!
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!