“Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mt 6, 24-34).
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Queridos hermanos y hermanas, el Evangelio de hoy nos habla de la total dependencia que debemos tener en nuestro Señor. Cuando Él nos dice “no os preocupéis”, está diciendo que muchos aún no saben vivir de la providencia de Dios. ¿Qué significa providencia en teología? Significa que Dios rige todas las cosas, y si nuestro corazón está en Él, nosotros vamos a gestar, en nuestro corazón, la confianza de que Él jamás dejará faltar aquello que es necesario.
Nos preocupamos por el día de mañana, por nuestro futuro y nos preguntamos: “¿Tendré una buena casa? ¿Tendré estabilidad financiera?”. ¿Todo esto está mal? No, pero no podemos poner nuestro corazón en eso. Para cada día basta su cuidado, según Jesús. Para cada día bastan los cuidados y los problemas. Entonces, cuanto más nos vamos llenando de problemas, más nos volvemos ansiosos y no experimentamos a un Dios que cuida de nosotros.
Quiero traer un testimonio que viví. Después de mi conversión, yo trabajaba en una empresa en la que necesitaba mentir y realizar cosas que eran contrarias a mi fe y a lo que ya estaba viviendo. Entonces decidí salir de esa empresa y le pedí a Dios que me proporcionara un trabajo mejor. ¿Por qué estoy hablando de esto? Porque al salir de ese empleo, no sabía cómo sería mi vida en los días siguientes. Y dije: “Señor, quiero confiar en tu providencia”. Pasaron uno, dos, tres meses, y nada de un trabajo llegar.
El poder de la confianza en Dios
Estaba en mi habitación y allí lloraba mucho, no porque no confiara en Dios. Es propio de nuestra naturaleza humana pasar por algunas situaciones, entristecernos y angustiarnos, pero mi corazón estaba en Él. Yo rezaba pidiéndole al Señor un empleo. “Señor, yo no puedo aguantar más quedarme en casa, yo necesito trabajar”. Cuando terminé esta oración, mi papá golpeó la puerta de mi habitación y dijo: “Mira, hay un chico llamado Flavio afuera; él te está esperando y quiere hablar contigo”. Y yo limpié las lágrimas, arreglé mi cabello y fui allí. Ese chico me dijo lo siguiente: “¿Tú eres Ricardo?”. Dije: “Sí, soy yo”. “Mira, me llamo Flavio, soy de la siguiente empresa y no sé cómo vine a parar aquí, pero Dios me trajo para ofrecerte un trabajo para empezar mañana. ¿Lo aceptas?”. Yo dije: “¡Claro que lo acepto!”.
Me quedé con mi corazón agradecido a Dios. ¿Pero por qué estoy trayendo este ejemplo? “Para cada día basta su cuidado. No os preocupéis por el día de mañana”. Cuanto más confiamos en Dios, más nos abandonamos en Él, más creemos que Él va a dar aquello que es necesario. Nada nos va a faltar. Que el Señor nos dé esa gracia de confiar siempre, hermano y hermana, porque lo que Él quiere para nosotros es siempre bueno, es siempre lo mejor.
Que Dios te bendiga y te dé esa firmeza. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!