“Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía. Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican” (Jn 13, 16-17).
Jesús quiere que seamos felices, y Él mismo nos enseña lo que debemos hacer para seguir el camino de la felicidad. La primera cosa y la mayor de todas ellas es que la felicidad consiste en servir, porque el Evangelio comienza, justamente, después que Jesús lava los pies de Sus discípulos.
Si queremos aprender a ser felices, necesitamos aprender a servir. Debemos aprender a ponernos a los pies de los hermanos para lavarlos, amarlos y ayudarnos unos a otros.
La vocación de servir debe estar dentro de corazón de cada uno de nosotros como misión primera y fundamental en esta vida. Estamos aquí para servir unos a otros. Es verdad que, por causa del egoísmo, del orgullo y de la soberbia, cerrando en nosotros y queremos que el mundo esté girando a nuestro alrededor, preferimos que los demás nos sirvan, y cuando nos sirven parece que es obligación, ni sabemos más decir: “¡Gracias! ¡Dios te bendiga!”, nos falta incluso educación en dar gracias al otro cuando él nos sirve alguna cosa.
El principal es nuestra falta de disposición en estar a servicio de los demás. Estar a servicio de los demás, en el sentido evangélico, no es esperar recibir nada en cambio, ni recompensa, gratitud, ni reconocimiento de la parte de quien quiere que sea. Servimos porque el servicio es propio del amor y el amor es servir y ponerse a servicio del otro, es hacer el bien para el otro.
Si queremos aprender a ser felices, necesitamos aprender a servir. Debemos aprender a ponernos a los pies de los hermanos
Comencemos sirviendo en casa, sirviendo uno a otros, comencemos con gestos de educación, de bondad y ternura. No dejemos que la acomodación toma cuenta de nosotros y simplemente paramos de ayudar unos a otros.
Ayude en la comunidad, ayude en la iglesia, ayude en su servicio. Porque ayudar no es simplemente la cuestión de estender una mano, ayudar es una cuestión de ponerse a disposición del otro: “Estoy aquí para lo que necesites. Estoy aquí para servir sus necesidades. Estoy aquí para servir sus necesidades. Estoy aquí para ayudarte a ser mejor”.
Es nuestra vocación de seguidores de Jesús ayudarnos el mundo a ser mejor. Y la forma de ayudarnos el mundo a ser mejor es ayudar unos a los otros. Nadie puede aspirar ser mayor que nadie, el jefe no es más importante que el empleado, pero el empleado también no se puede encontrar más importante que su jefe.
No somos más importantes que nadie, somos servidores unos de los otros como nuestro Maestro Jesús nos enseña a servir.
¡Dios te bendiga!