“Cuando pidan a Dios, no imiten a los paganos con sus letanías interminables: ellos creen que un bombardeo de palabras hará que se los oiga” (Mt 6, 7).
Enseñanos a rezar, porque no sabemos como rezar. Queremos rezar, porque la oración es la expresión de nuestra relación con Dios, pero la fuerza de la oración no son la palabras, la fuerza de la oración es la comunicación y la comunión con Dios. Por eso, no es hablando que vamos conmover el corazón de Él pero es escuchando a Él que Su gracia entra en nosotros.
Muchas veces, hablamos como es nuestra comunicación con los demás, nos gusta hablar, de imponer, pero escuchar no es austro fuerte. Por so, por encima de todo, oración es el don de la escucha de un corazón que vive una relación de amor y comunión con Dios, ese Dios que nosotros llamamos de Padre.
Como es importante entrarnos en la intimidad del Padre, como Jesús entraba en la intimidad de Su Padre. Y allí pasaba horas sin decir, muchas veces, una sola palabra, pero escuchando.
Las palabras tiene su importancia, ellas expresan nuestra forma de comunicarnos, pero que vamos decir en la oración? Primero, clamar a Dios como Padre, exaltarlo como nuestro Padre.
Un corazón que se comunica con Dios no sale de la oración ofendido y resentido
La oración no es para exaltar nuestros problemas, nuestros pedidos, lo que nosotros queremos. La oración es para que la voluntad de Dios nos forme, para convertirnos hijos, porque, muchas veces, dejamos de ser hijos, porque seguimos las tendencias de este mundo. Por eso, es una relación amorosa de hijo para con el Padre. “Padre nuestro”.
La oración es para ponernos en comunión unos con los otros, porque incluso en eso somos intimistas e individualistas: voy rezar para hablar de mí. Pero el Padre es nuestro, el Pan es nuestro, Dios es nuestro y clamamos el Dios que es Dios de todos nosotros.
En la oración, nosotros exaltamos a Él, exaltamos Su presencia, Su amor; nosotros santificamos a Él, que Su nombre sea santificado, exaltado; nosotros imploramos Su Reino, porque todo lo que necesitamos es vivir el Reino de Dios en nuestro medio.
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Si vivimos el Reino de Dios, repartiremos el pan que es nuestro, vamos dar el perdón unos a los otros, no viviremos en la ofensa, en la tristeza ni en el rencor. Un corazón que se comunica con Dios no sale de la oración ofendido, resentido, ni en la ofensa ni ofensivo.
El corazón que se comunica con Dios sale perdonado y con munición para perdonar todo lo que ocurre en el día a día. Por eso, rezar, s por encima de todo comunicarse, dejar que la gracia de Dios entre en nosotros.
Sabemos cuando un corazón reza, cuando un corazón respira Dios respira amor, perdón y misericordia; cuando el corazón respira repartir lo que tiene dentro de si, que es el amor y la bondad. Ahora, cuando un corazón solo habla, él sale más lleno de sí que lleno de Dios.
No te llenes de las palabras, pero que puedas llenar del Espíritu, y permita que, en oración, Él transforme tu corazón.
¡Dios te bendiga!