“El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro. Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!»”(Jn 20, 1.11-16).

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Mis hermanos y mis hermanas, hoy, 22 de julio, celebramos la Fiesta de Santa maría Magdalena. Hoy, es el día de la fiesta de la protagonista de la Resurrección de Jesús. Magdalena, por un designio de Dios, fue elegida para ser la primera a contemplar la primera aparición del resucitado. Fue ella la elegida para constatar, con sus ojos, ese evento salvífico de la Resurrección de Jesús.

Ya era la Pascua, pero aún nadie sabía; ya era la Resurección de Jesús, pero los discípulos aún no habían experimentado esta realidad. Cristo eligio la aparición como una forma de comunicar que la vida había vencido la muerte.

Y Él quiere que los discípulos tomen consciencia del misterio pascual, y lo hace por medio de una de las personas con quien Él se había encontrado y construido una linda historia de amor. Historia esta que los desvisados de plantón intentan manchar con hipótesis sin fundamentos bíblico, calumniosas y, muchas veces, maliciosas, dudando de la relación pura entre Jesús y María Magdalena.

Magdalena nos revela que también nosotros somos llamados a esta relación de intimidad con el Señor

De hecho, quien no conoce lo que es amor puro y desinteresado vive siempre en el mundo de la calumnia y de la difamación; quien no conoce esta cara de amor puro va siempre desconfiar del amor y de las intensiones de las personas.

Jesús responde con la aparición, a un corazón que siempre busco a Él. María Magdalena no fue buscar Jesús después de muerto. ¡No! María Magdalena siempre busco el corazón de Jesús. Magdalena experimento el amor de Él, ella dejo la vida vieja porque conoció un amor aún mayor que todo que ella había vivido. Magdalena permaneció con Jesús hasta la cruz, ella estaba a los pies de Él en la cruz.

Jesús ha visto las lágrimas de Magdalena, en aquella situación de la cruz y, al aparecer para ella, ve de nuevo su lagrima, su llanto, pero ahora Él se puso consolarla con Su presencia gloriosa, y habla su nombre: “María”.

Seguramente, Magdalena había escuchado su nombre resonar muchas veces en los labios de Jesús. ¡Que honor para esta mujer ser llamada por el nombre! Que honor ser vista como persona con su dignidad.

Magdalena nos revela que también nosotros somos llamados a esta relación de intimidad con el Señor. Somo llamados también a mensajero de la Resurección de Cristo. No para decir “Jesús resucito”, pero para que, en nuestra vida, las personas miran las marcas del Resucitado. Es decir, alguien que experimento la pasaje de una vida nueva.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!