“La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la Mies que envíe obreros a su cosecha. Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus inmundos y para curar toda clase de enfermedades y dolencias. Los envió con las siguientes recomendaciones: Id, más bien, a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mateo 9,35-10,1.6-8).
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Jesús recorre el camino de la misión con compasión y envía a los discípulos, con sencillez, pero con mucha autoridad, para expulsar a los espíritus malignos, autoridad para curar y, sobre todo, anunciar el Reino de los Cielos.
También nosotros, como discípulos, somos corresponsables del anuncio del Reino de los Cielos, del anuncio del Evangelio. Debemos escuchar esta palabra de Jesús como una orden también para nosotros.
La misión nace de la compasión de Cristo
Ahora, vemos que este envío restringido, inicialmente, a las ovejas perdidas de la casa de Israel, se muestra como parte de la pedagogía del plan divino. ¿Por qué digo esto? Porque Dios quiso que el Evangelio fuera anunciado, primero, a esas ovejas perdidas de la casa de Israel, como cumplimiento de las promesas hechas a los patriarcas. No porque los otros pueblos debieran ser despreciados, sino que esta orden tenía el objetivo de conservar la orden del llamado de Dios, allí en los textos de las Escrituras.
Comenzando por donde vino Cristo, para después alcanzar los confines de la tierra. Entonces, los discípulos comienzan a anunciar, primeramente, a aquellos que conocían las Escrituras.
El envío que comienza en Israel y alcanza al mundo
Pensemos en las Escrituras: tenemos el Antiguo y el Nuevo Testamento. Entonces, este pueblo al que llega, primeramente, el anuncio, a las ovejas perdidas de la casa de Israel, era experto en el Antiguo Testamento. Un pueblo que ya conocía, pero no se restringió a él.
La misión de la forma anunciada en este texto es una misión provisional: las ovejas perdidas de la casa de Israel. Más tarde, después de la resurrección de Jesús, escucharemos la siguiente frase: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura”.
El llamado de Jesús también es para nosotros hoy
Entonces, después de la resurrección, la misión se extiende no solo a las ovejas perdidas de la casa de Israel, sino a todo el nuevo pueblo de Dios, para que permanezcan en Su gracia para siempre. Que así sea también en nuestra vida.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!



