Jesús llamó a Sus discípulos y les dijo: “Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que está conmigo y no tiene nada para comer. No quiero despedirlos con hambre, para que no desfallezcan en el camino” (Mateo 15, 29-37).
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Hermanos y hermanas, la compasión de Jesús y la capacidad de sacrificio del pueblo que lo buscaba me trae a la mente, en este tiempo de Adviento, los sacrificios que hacemos por amor a Dios.
El texto afirma que ellos estaban allí con hambre, pero nadie se quejaba, porque amaban mucho a Dios, amaban mucho la presencia de Jesús también y, como consecuencia, aquella presencia era fuente de sanación para ellos.
Sacrificarse por amor como camino de santidad
En el texto de hoy, vamos a observar que muchas personas eran sanadas, pero estaban, de alguna forma, sacrificándose para permanecer en Dios.
¿Cuándo es que nosotros nos sacrificamos para permanecer en Dios? Sacrificamos nuestros deseos, nuestras voluntades, aquello que nosotros queremos. A veces, sin embargo, no es aquello que Dios quiere para nosotros.
Debemos aprender esta realidad del Evangelio de hoy también. ¿Acaso observamos, en sentido profundo, a las personas que nos buscan, que están a nuestro alrededor?
La compasión de Jesús que acoge y transforma
¿Por qué observó Jesús? ¿Se dieron cuenta? Jesús miró a aquellas personas y tuvo compasión, pues percibió que estaban hambrientas. Estaban allí por causa de Jesús, y Él miraba a cada uno de ellos con compasión.
La gracia que debemos pedir en el día de hoy es mirar a nuestros hermanos y hermanas con una mirada de atención, de compasión, una mirada de quien ama.
El ejemplo misionero de San Francisco Javier
Hoy celebramos la memoria de San Francisco Javier, presbítero y compañero de misión de San Ignacio de Loyola.
San Francisco Javier tenía esa capacidad de atención y compasión para con el prójimo. Todo esto, en su vida, generó frutos en su misión de anunciar a Jesús a aquellos que aún ni habían escuchado hablar de ese nombre, no sabían que Jesús existía, que existía la Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Entonces, vean qué bellos ejemplos para nosotros en este día!
La atención de Jesús, que tiene compasión por el pueblo que se sacrifica por amor a Él, es ejemplo de quien vivió estas dos realidades: atención compasiva por el pueblo de Dios, que es San Francisco Javier y, al mismo tiempo, la capacidad de sacrificarse por amor a la misión, por amor a Dios y al pueblo que allí se presentaba.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!



