El camino del anunciador
“Estaba llegando el tiempo de que Jesús fuera llevado al cielo. Entonces tomó la firme decisión de partir para Jerusalén y envió mensajeros delante de sí. Estos se pusieron en camino y entraron en un pueblo de samaritanos para preparar hospedaje para Jesús. Pero los samaritanos no lo recibieron, pues Jesús daba la impresión de que iba a Jerusalén” (Lucas 9,51-53)
Hermanos y hermanas, ¡qué día tan significativo! Hoy celebramos a San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia. Y es muy significativo porque, a lo largo de este mes de septiembre, hemos celebrado la Palabra de Dios; las Santas Misas, sobre todo los domingos, han destacado la Palabra de Dios. Y aquí, en estas homilías, nos abrimos constantemente a ser moldeados por la Palabra de Dios. San Jerónimo se dedicó a la traducción de la Palabra de Dios, del hebreo al latín, la llamada Vulgata. Él fue nuestro intercesor por excelencia a lo largo de este mes.
La perseverancia ante los obstáculos
Hemos visto, en el texto del Evangelio de hoy, un énfasis en Jerusalén, que Jesús caminaba hacia allí y no fue muy bien recibido por los samaritanos. También nosotros, en el anuncio de la Palabra, no siempre seremos bien recibidos. Muchas personas no van querer acogerla, pero debemos seguir anunciando la Palabra.
El tesoro de la misión
Algunos trabajan directamente en la misión del estudio de la Palabra, quizás en la traducción, como hizo San Jerónimo. Sean todos bendecidos y que reciban nuestra intercesión en este día todos aquellos que tienen la palabra de Dios como una flecha que señala el camino, que señala la finalidad de la existencia.
No es un mero estudio, no es un simple libro que tomamos para leer, sino que es una palabra que moldea nuestra vida, que moldea nuestra existencia. Así, termina el mes de la Palabra de Dios, sin embargo, ella permanece como una marca en nuestra vida y en nuestra existencia para siempre.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!