“En aquel tiempo, dijo Jesús a la multitud: ‘El Reino del Cielo es como un tesoro oculto en el campo. Un hombre lo encuentra y lo mantiene oculto. Lleno de alegría, él va, vende todos sus bienes y compra aquel campo. El Reino de los Cielos también es como un comprador que busca perlas preciosas. Cuando encuentra una perla de gran valor, él va, vende todos sus bienes y compra aquella perla” (Mateus 13, 44-46).
Corazón oculto
Mis hermanos y mis hermanas, mi saludos a todos aquellos que acompañan nuestro canal, todos aquellos que acompañan la Homilía Diaria de muchas formas y en muchos lugares del mundo.
Mi saludos aquellos que están en la Rusia, en la China, en la Noruega, en la Republica Dominicana, en la Guiana Francesa, Panamá, Arabia Saudita, Catar, Libia, Hong Kong y muchos otros países.
Hermanos que testimonian la Homilia Diaria como ese elemento de reflexión personal. Hoy, celebramos la fiesta de Santa Rosa de Lima, su importancia, la primera Santa de America Latina, que fue canonizada en 1671.
El Evangelio de hoy nos señala dos movimientos: un movimiento divino y otro humano
El movimiento divino es aquel que nos señala Dios, que va en busa del corazón del ser humano. Él demuestra la iniciativa amorosa de Dios que va en busca de los corazones. Eso puede ocurrir por medio de un encuentro, de un retiro espiritual, de una predica, de una homilía.
El ser humano es encontrado por Dios.
Como nosotros leemos aquí en la parábola, ese tesoro es encontrado, y nosotros somos encontrados por Dios Muchas veces, nuestro corazón esta oculto, como nos habla el propio texto, que utiliza la palabra cripto, justamente el oculto, aquello que esta oculto para sí mismo. Es decir, muchas veces, nuestro corazón esta encubierto de los pecados, de nuestras situaciones, y Dios necesita encontrarnos.
Él llega con Su amor fuerte y encuentra el corazón del ser humano para devolver su dignidad. El otro movimiento que ocurre es el movimiento humano, que se traduce por la busca del ser humano de encontrar Dios. Es nuestro esfuerzo.
Como decía San Agustín, “aquel que te ha creado sin tí, no te salva sin tí”, es decir, yo necesito buscar Dios, necesito buscar el tesoro de mi vida.
Necesito querer encontrar a Dios
Dios viene a mi encuentro, pero yo también necesito querer encontrar a Él.
Tenemos las actitudes del comprador, que ha vendido todos sus bienes y compró aquella perla de gran valor. Eso demuestra nuestra busca espiritual – que llamamos de ascese – de excavar el tiempo, esforzarse para estar en la presencia de Dios, no medir esfuerzos para participar de un momento de oración y muchas otras iniciativas de nuestra parte para buscar Dios. Es decir, tenemos que desapegar en cambio de algo mayor, el coraje de lanzarnos, porque Dios quiere encontrar el corazón del ser humano.
Que el Señor nos mueve en esta busca de su santa voluntad.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!