En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu próximo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. Así, os haréis hijos” (Mateo 5,43-48).
Reza por ella
Hermanos y hermanas, solamente amando como Jesús nos amó podemos ser verdaderamente hijos de Dios, pues Él nos ama a todos, inclusive a aquellos que Lo rechazan. Dios permanece amando.
Las enseñanzas de Jesús revelan las contradicciones que insisten en habitar en nosotros. San Pablo ya afirmaba: “No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero”. Cuántas veces, hermanos y hermanas, es mucho más fácil para nosotros preferir el mal, preferir calumniar, ¿no es verdad? Preferir menospreciar siempre a los hermanos, preferir el mal continuamente.
¡Cuántas veces deseamos que a una u otra persona le vaya mal en el trabajo! Miramos, juzgamos y le deseamos mal a esa persona. Pero, hoy, Jesús quiere invertir esa lógica malvada de nuestro corazón. En vez de dejarnos llevar por el mal, debemos combatirlo con la oración.
Dice Jesús: “Orad por los que os persiguen”.
Hermanos y hermanas, en este día, creemos espacio para la oración. Sería bueno, entonces, que hoy recordáramos a aquellas personas que sabemos que tienen algo contra nosotros. Recordemos a las personas hacia las cuales necesitamos dar el paso de la reconciliación. Sin embargo, primero y ante todo, antes de ese paso hacia la reconciliación, oremos por esa persona.
“Orad por los que os persiguen” es la gran invitación que la liturgia nos hace en este día.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!