“En aquel tiempo, dijo Jesús a Sus discípulos: “Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ‘¿Adónde vas?’. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza ha llenado vuestro corazón. Sin embargo, os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor; pero si me voy, os lo enviaré” (Juan 16,5-11).

No todo gesto de amor es una caricia

Muy bien, hermanos míos y hermanas mías, existe una ausencia que nace del amor, y no del abandono.

Cuando oí esta frase, recordé todas las veces que mi madre tuvo que ausentarse de casa, y eso causaba cierto sufrimiento, pues no entendíamos.

Sus ausencias eran para vender dulces en la ciudad, para tener dinero para comprar remedios para mí, para mis hermanos. Otras ausencias eran para ir a una ciudad vecina, para comprar tejidos baratos, para hacer ropa para mí, para mis hermanos. Otras ausencias eran para cuidar de su salud en algunas cirugías que tuvo que hacerse.

¿Por qué estoy diciendo esto?

Porque Jesús, en el Evangelio, afirmó: “Os conviene que yo me vaya”.

Era una ausencia necesaria, para que el corazón de los discípulos aprendiera que el amor no siempre significa llenar todos los vacíos con la presencia física, sino que, muchas veces, el amor se manifiesta dando espacio para que el otro no se apegue, para que no se cree dependencia de ti ni tampoco se acostumbre solo a tu presencia física.

Los discípulos debían ser educados para seguir confiando en la presencia del Maestro, incluso cuando Él no estuviera visiblemente ante sus ojos.

El gran padre Léo, futuro beato de nuestra Iglesia, si Dios quiere, decía que la presencia física es la más pobre de las presencias. No es que la presencia no sea importante en la vida de alguien –visitar a alguien es importante, hacer una videollamada es importante, manifestar afecto en un momento de dolor, todo esto forma parte del amor–, pero Jesús quiso indicar también que el hecho de no tenerlo físicamente a su lado era una ocasión para que los discípulos crecieran en la conciencia de Su omnipresencia.

Dios está contigo. Aunque no lo sientas, Él está contigo. Aunque tus sentimientos te den una sensación de soledad, de abandono, eso no es verdad, pues Dios nunca te abandona, Él está siempre presente.

Por eso, hoy, acojamos esta pedagogía de Dios que nos enseña incluso en estos momentos en que experimentamos el sentimiento de abandono, pero somos llamados, en la fe, a confiar en que Dios está de nuestro lado.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!