“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuando venga el Defensor, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. Y vosotros también daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio. Os he dicho estas cosas para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas; e incluso llegará la hora en que cualquiera que os mate pensará que así rinde culto a Dios” (Juan 15,26-16,4a).

Paráclito, Defensor

Hermanos míos y hermanas mías, en este lunes, la Palabra del Señor nos presenta esta temática, una vez más, del Paráclito, del Defensor. Estamos caminando hacia la celebración de Pentecostés, entonces este tema del Defensor, del Paráclito, de vez en cuando, aparecerá en nuestras reflexiones.

Quien alguna vez ha tenido que presentarse ante un juez, un fiscal, un comisario u otra autoridad pública, sabe muy bien cómo esto genera tensión, miedo, inseguridad. Quien ha vivido esto sabe también cuán consoladora y reconfortante es la presencia de un abogado para acompañarnos en esos precisos momentos.

Cuando, en la audiencia, faltan las palabras o las ideas se confunden, la presencia del abogado trae seguridad, trae paz, sobre todo cuando el abogado está allí para la defensa de la verdad y de la justicia en la vida de su cliente.

¡Bendito sea Dios por la vida de estas personas que ejercen este hermoso servicio en la vida de nuestros hermanos!

Bien, volviendo a nuestro texto, es precisamente este sentimiento el que quería que experimentaras al leer esta promesa de Jesús: Cuando venga el Defensor Paráclito, Jesús enviará del Padre esa defensa para mí y para ti.

Jesús sabe que el mundo nos hará acusaciones, que seremos odiados, perseguidos, rechazados, y para esto Él nos da, junto al Padre, el Espíritu Santo, del griego parakletos, aquel que está junto a alguien, que defiende a alguien en una determinada causa.

Precisamente Él nos da este defensor para que no seamos confundidos, oprimidos ni aniquilados, sino que tengamos la defensa que viene de lo Alto, el auxilio necesario para nuestra vida. Una prueba más de amor manifiesta Jesús por mí y por ti: nuestra defensa.

Quiero que digas, con toda la fuerza de tu corazón: mi defensa está en el nombre del Señor, Él que hizo el cielo y la tierra. Él me defiende en todas mis tribulaciones.

Jesús, mi primer Paráclito; el Espíritu Santo, mi segundo Paráclito. Dios es mi defensa ahora y siempre.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!