“En aquel tiempo, los discípulos y Jesús llegaron a Cafarnaún. Estando en casa, Jesus preguntó: “Lo que discutís por el camino ? Ellos todavía se quedaron callados, pues por el camino, habían discutido sobre quién era el mayor. Jesus se sentó, llamó los doce y les dijo: Si alguien buscar ser el primero, que sea el último de todos y aquel que sirve a todos” (Marcó 9, 30-37)
Atención desviada
Un mal que circula mucho en nuestro medio, principalmente en la comunidad cristiana, es el llamado carrerismo. Usted ya debe tener escuchado esta palabra, de aquellas personas que quieren status a partir del cargo que ocupan, de la función que ejerce.
Jesús ya hubiera tenido contacto con este virus del carrerismo, pero, gracias a Dios, Él no se contaminó, gracias a Él, porque es Dios. Sus discípulos, todavía, sufrían de aquello que hoy, el manual de trastorno llama megalomanía. No lo sé si ya hubiera escuchado sobre esta palabra.
De hecho, el texto de hoy dice que los discípulos discuten para saber quién entre ellos era el “mega”, el mayor. De ahí viene la palabra megalomanía. Por esto, megalomanía, una condición psicopatológica caracterizada por fantasías delirantes de poder, relevancia u onipotência e autoestima desproporcional.
Es aquel tipo de persona que desprecia a los otros por considerar una persona superior a ellas, debido a una egolatría muy exagerada. Este tipo de comportamiento puede hacer con que la persona crea que su presencia es indispensable en cualquier lugar, que ella se idealice a sí misma, y se sienta superior y poderosa, tenga falta de interés en la opinión de otras personas y tenga, como hable, ideas delirantes.
La cosa es tan seria que, en cuanto Jesús habla de su muerte, de su sufrimiento, los discípulos discutían quién era el mayor, quien era el primer en el grado de importancia dentro de un grupo. Tal fué la alienación que experimentaran. Tal era el estado de delirio que vivían.
Vamos cuidar de nuestro interior para que también nosotros no vivamos en este tipo de cosas, y este mal no nos afecte y nosotros no estemos a seguir a Jesús Cristo con una mentalidad y una intención desviada.
Sobre todos ustedes descienda la bendición de Dios Todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo, ¡Amén!
