“En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “¿Quién trae una lámpara para colocarla debajo de un cajón, o debajo de la cama? Al contrario, ¿no la coloca en un candelero? Así, todo lo que está escondido deberá tornarse manifiesto, y todo lo que está en secreto deberá ser descubierto. Si alguien tiene oídos para oír, que oiga”. Jesús decía además: “Prestad atención en lo que oís”. (Marcos 4,21-25).
Atención a lo que estamos oyendo de Dios
El Evangelio de hoy nos presenta algunos proverbios dichos por Jesús. Entre ellos, vamos a reflexionar sobre el siguiente: “Prestad atención en lo que oís”. “Con la misma medida que midiereis, también vosotros seréis medidos”. Y se os dará aún más…
Inicialmente, hermanos y hermanas, Jesús nos está alertando sobre el modo en que escuchamos a Dios. Porque Jesús dice: “No juzguéis, para no ser juzgados, no condenéis, para no ser condenados. Haced el bien y evitad el mal”.
Amados hermanos y hermanas, Jesús nos está hablando precisamente de esta realidad: que muchos de nosotros no estamos prestando atención a lo que Dios nos ha orientado. Por eso, hermanos y hermanas, necesitamos prestar atención a lo que estamos oyendo de Dios. Y debemos ponerlo en práctica. Si Jesús está pidiendo que yo no juzgue, entonces no debes juzgar.
Si Jesús está pidiendo que no condenes a una persona, entonces no debes condenar.
Si Jesús está diciendo que no debes pagar el mal con el mal, entonces no debes hacerlo. Pero… buscamos excusas. Es muy difícil, es muy exigente. No hay manera de realizarlo, porque somos pobres pecadores, y damos excusas para no vivir la totalidad del Evangelio.
Hermano, hermana, deja de ser cobarde. Padre Ricardo, deja de ser cobarde. Jesús nos está dando una orden y debemos obedecer.
Si no lo hacemos, estaremos destinados a no producir fruto alguno. Porque del mismo modo que escucho la Palabra de Dios y no dejo que la Palabra se encarne en mi vida, tampoco daré fruto alguno.
Debemos, por la Palabra de Dios, dar muchos frutos.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!