“En aquel tiempo, hubo una boda en Caná de Galilea. La madre de Jesús estaba presente. También Jesús y sus discípulos habían sido invitados a la boda. Como faltó el vino, la madre de Jesús le dijo: ‘No tienen vino’. Jesús le respondió: ‘Mujer, ¿qué tienes conmigo? Mi hora aún no ha llegado’. Su madre dijo a los que servían: ‘Hagan todo lo que él les diga’.” (Juan 2,1-11)

Pide la madre que el hijo responde

En el episodio, hermano mío y hermana mía, de las bodas de Caná, el evangelista Juan nos desafía a repensar nuestra forma de responder al Dios de la comunión, al Dios de la alianza.

Según el evangelista San Juan, si nuestra relación con Dios se basa en el mero cumplimiento de las leyes, de rituales externos, de oraciones circunstanciales y de liturgias pomposas y vacías, rápidamente dejará de tener sentido.

Las bodas de Caná, hermano mío, hermana mía, son un momento para reflexionar cómo está mi relación con Dios, cómo está nuestra confianza en Él.

En este caso, hermano mío, hermana mía, nuestra relación con Dios debe convertirse en una relación de proximidad. ¿Faltó el vino? Sí. ¿Faltó la alegría? Sí. Pero Dios puede realizar un gran milagro cuando hacemos lo que Él nos pide.

Jesús entendió cuál era el papel de María en aquel momento: interceder. Y vemos aquí, claramente, que cuando la Madre pide, el Hijo atiende.

¿En qué área de tu vida estás viviendo de forma vacía, de forma que no consigues generar en tu corazón frutos espirituales porque tu corazón no está enteramente en Dios?

Hacer lo que Él les diga es justamente poner en práctica todo aquello que Dios nos pide: sus mandamientos, una vida de santidad, una vida de libertad interior, una vida donde podamos tocar la sobrenaturalidad de la gracia de Dios.

Dios transforma el agua en vino para mostrarnos que su favor jamás faltará a cada uno de nosotros. Tenemos que aprender de Jesús a escuchar a Dios, a acoger sus proyectos y también a amar hasta la entrega total de nosotros mismos. Porque así es como Él nos interpela hoy a través de las bodas de Caná.

¿Cómo estoy viviendo mi relación con Dios? Acogiendo el buen vino que Él nos ofrece. ¿Somos capaces de acoger también las propuestas de Jesús de amar a Dios y a nuestros hermanos?

Quede la reflexión: “Hagan todo lo que él les diga”.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!