“Por aquellos días, se le cumplió a Isabel el tiempo del parto, y dio a luz un hijo. Sus vecinos y parientes oyeron que el Señor le había mostrado una gran misericordia, y se alegraban con ella. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. Pero la madre dijo: «No, se llamará Juan.» Le dijeron: «No hay nadie en tu familia que se llame así.» Entonces preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.»” (Lucas 1,57-63)
Ser fiel al proyecto
¡Muy bien, hermanos y hermanas! El Evangelio de hoy nos cuenta ese famoso debate sobre el nombre que recibiría el hijo de Isabel y Zacarías. Menos mal que la disputa no fue entre la pareja, como suele ocurrir por ahí.
¿Qué madre no se ha enojado alguna vez por el nombre que aparecía en el certificado de nacimiento de su hijo? Cuántos padres, camino del registro civil, cambiaron la G por la J, la U por la W, la S por la Z, sin mencionar esos nombres extravagantes que algunos inventores han creado, proporcionando, a veces, el nombre de la madre con el del padre; el nombre de la abuela materna con el de la abuela paterna.
En periodismo, esto daría mucho de qué hablar…
Volviendo a nuestro texto, el debate aquí no fue entre la pareja, porque el texto dice que “ellos querían”, pero ¿quiénes querían? No eran Isabel ni Zacarías, porque gente para entrar en asuntos ajenos ya no faltaba en aquella época, ¿no es?
Cuando digo que no hubo discusión, es porque tanto Isabel como Zacarías dicen: Juan será el nombre del niño.
Bien, el significado de Juan es “agraciado por Dios”, es decir, la pareja estaba segura de haber sido ricamente bendecida por Dios con este niño.
Por cierto, un niño es siempre una bendición de Dios, sin importar la condición en que haya sido concebido.
Todos tienen derecho a una existencia digna, y todos deben recibir un nombre y ser acogidos de la misma manera.
Pero volviendo al tema, Isabel y Zacarías están convencidos de que Dios es el autor de tan grande gracia en sus vidas. E inmediatamente le dan el nombre al niño para recordar siempre que Dios vino en su favor.
Ambos saben que no pueden poner sus gustos personales en primer lugar. El nombre de un hijo debe ser discernido por la pareja en oración y escuchando a Dios. Isabel y Zacarías dan un hermoso testimonio de que, por encima de todo, está el proyecto de Dios. Y ellos necesitaban ser fieles a ese proyecto.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!