“Cuando vino al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad? Respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta. Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y él también les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas” (Mateo 21, 23-27).
Adviento del Señor
Hermanos y hermanas, Jesús sorprende respondiendo una pregunta con otra pregunta. La intención de Jesús era desenmascarar la hipocresía de sus interlocutores. Por eso, mucho cuidado con las preguntas que le hacemos a Dios. Ellas pueden ser devueltas en forma de cuestionamiento para nuestra conciencia.
Jesús pone en escena la figura de Juan el Bautista, para hacer que ellos vieran que el mensaje de Juan no había sido acogido por ellos. Es decir, un adviento mal vivido, no acogido como preparación para la venida del Mesías. No hubo espacio en el corazón de aquellas personas para el anuncio profético de Juan el Bautista.
Así como hoy, también en el corazón de muchos de nosotros Cristo no encuentra espacio para sembrar la buena semilla del Reino de los Cielos.
A menos de diez días de la Navidad y cuánta gente preocupada con la fiesta, con la cena, con los regalos, con las vacaciones en la playa, y no prestamos atención a la conversión personal, a la conversión familiar y comunitaria que debemos vivir en esta Navidad.
Recordé, preparando esta homilía, una canción que cantábamos durante la novena de Navidad que decía así: Mi querido hermano, mira dentro de tu corazón y ve si la Navidad se ha convertido en conversión y te ha enseñado a vivir.
Esa es la pregunta que debemos hacernos a nosotros mismos, en lugar de estar poniendo, muchas veces, a Dios contra la pared con nuestros cuestionamientos vacíos y dirigidos a nuestros propios intereses.
Mira dentro de tu corazón y pregúntale a tu conciencia si la Navidad se ha convertido en conversión y te ha enseñado a vivir mejor, a ser un buen cristiano en este mundo.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!