Para que puedas reflexionar y comprender el vídeo necesitas ‘accionar el subtitulo en español’:
Hermanos y hermanas, hola. Hoy, el texto que se nos presenta en la liturgia, en el Evangelio de hoy, es Lucas 18, 35 al 43. Nos cuenta la historia del ciego, y el pasaje que quiero destacar dice lo siguiente:
“Jesús se detuvo y mandó que le trajeran al ciego. Cuando éste llegó cerca, Jesús le preguntó: ‘¿Qué quieres que haga por ti?’ El ciego respondió: ‘Señor, que vea de nuevo.’” (Lucas 18, 40-41)
Esta pregunta también nos coloca en una profunda reflexión: ¿será que tenemos consciencia de lo que queremos delante de Dios, cuando nos presentamos en oración?
Jesús hace una pregunta directa: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Parece algo lógico, al fin y al cabo, siendo ciego, lo natural sería querer volver a ver. Pero Jesús quería oír eso directamente de él, que saliera de la propia boca del ciego.
Ver a Jesús
Este ciego del Evangelio, hermanos y hermanas, puede simbolizar nuestra propia vida de fe. ¿Cuántas veces caminamos sin la luz de la fe que nos ilumina?
Deberíamos rezar así: “Señor, aumenta mi fe! No soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.” (Como rezamos en la Santa Misa).
Tal vez nuestra vida haya sido, hasta aquí, una vida de ceguera, una vida de personas que caminan como ciegos, sin la fe que ilumina e impulsa.
Creemos, hermanos y hermanas, porque Dios nos hace creer. La fe es un don, viene por la escucha de la palabra, se nos ofrece. Nosotros correspondemos a esa gracia y aprendemos, cada día, a dar pasos y hacer elecciones a partir de la fe.
Dios nos hace creer, nos direcciona y nos impulsa. El acto de fe es mucho más que elegir aquello que nos convence o lo que pensamos que es mejor para nosotros. El acto de fe es ponerse bajo el cuidado de Dios. Dios cuida de ti, Él te direcciona, te señala los caminos e ilumina, sacándote de la ceguera.
Es decir como el ciego: “Jesús, hijo de David, ten piedad de mí, pues por mí mismo todo estaría perdido.” ¿Qué sería de mí sin Ti, sin Tu presencia, sin Tu gracia?
Que, en este día, el Señor haga crecer la fe en nuestro corazón.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!