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“En aquel tiempo, Jesús dijo: Sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateus 10, 6-8).
Hermanos y hermanas, el Evangelio de hoy nos presenta cinco acciones que estamos llamados a realizar en nuestro camino hacia la casa del Padre. No podemos simplemente caminar por esta vida, vagando de un lado a otro sin sentido. Nuestra vida es una misión.
Ser señal de la gracia
Lo primero que aparece en el Evangelio de hoy: ser heraldos de la Buena Nueva, proclamar abiertamente la verdad del Evangelio. Jesús dijo: “¡En vuestro camino anunciad: El reino de los cielos está cerca!”.
Después, tenemos otras cuatro actitudes del discípulo de Jesús.
“Therapyo”, es decir, curar, restaurar la salud, curar a los enfermos… ¡Cuánta gente enferma no solo en el cuerpo, sino en el alma, en el espíritu! Hermanos sin fuerzas para seguir en el camino del Señor. Y ahí estamos llamados a llevar el remedio a estas personas.
Y el remedio tiene nombre: Jesucristo.
Después “Egeiro”, resucitar, despertar, hacer volver a la vida. ¿A quién? A los muertos. Está aquí en el texto del evangelio “nekros”, hermanos que, espiritualmente, han muerto, que están sin vida, sin condiciones de caminar solos. Seguramente conoces a alguien que esté, quizá, muerto en la fe, y tú necesitas ser, hoy, una presencia de resurrección en la vida de esa persona.
Otra actitud que aparece es “Katharizo”, que quiere decir: purificar, purificar a los leprosos, purificar a aquellos que se encuentran en situaciones de pecado, de una vida equivocada, lejos de Dios por sus lepras. Muchas veces, estamos inmersos en nuestros vicios, en nuestras fragilidades, y necesitamos de esta purificación.
Por último, “Ekballo”, expulsar a los demonios. ¡Cuántos hermanos oprimidos por el mal necesitan de nuestra oración confiada para que se liberen de las insidias de satanás!
Esto es lo que hemos recibido del Señor: todas estas gracias que se han enumerado aquí, y esto es lo que debemos dar a nuestros hermanos.
Las palabras del profeta Isaías se cumplirán: “La luna brillará como la luz del sol, y el sol brillará siete veces más, como la luz de siete días, en el día en que el Señor cure la herida de su pueblo y sane la lesión de su llaga”.
Esta gracia ha ocurrido en nuestras vidas. Ahora seamos instrumentos de esta gracia en la vida de nuestros hermanos.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!