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En el Evangelio de hoy, hermanos y hermanas, Jesús cuenta una parábola para evidenciar que Él vino primero a unos invitados, pero estos lo rechazaron, rechazaron Su invitación. Pero la centralidad del mensaje evangélico está en el hecho de que la invitación al banquete del Reino de los Cielos se amplía a todos los pueblos. Él llega a Tierra Santa, a Jerusalén, y a los pueblos de aquella región, pero la invitación se extiende y alcanza a cada uno de nosotros, alcanza nuestra evangelización y genera transformación en nuestra vida, porque el Evangelio, así como el bien, se expande naturalmente.
Invitación celestial
Por eso podemos decir que somos felices, porque dijimos ‘sí’ a esa invitación hecha por Jesús. ¡Felices los invitados al banquete nupcial del cordero, felices los invitados que dijeron sí al Reino de los Cielos! Que el Señor nos enseñe, en el día de hoy, a siempre decir sí a Su proyecto de amor por nosotros, a siempre decir sí a Su proyecto de salvación. Él nos invita, en el día de hoy, a una profunda transformación de vida, a fin de que seamos felices con la respuesta a esa invitación Suya.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!