“Pero el Señor le dijo: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad. Necios, ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de adentro? Pero dad limosna de lo que tenéis, y entonces todo os será limpio” (Lucas 11, 39-41).
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Amadísimos hermanos y hermanas, hoy celebramos a Santa Teresa de Ávila, la gran doctora de la Iglesia. Ella nos enseña que la santidad, tanto la suya como la nuestra, exige un camino de perfección. Teresa acuñó y escribió sobre este camino, y nos enseña que, en cualquier etapa de la vida, debemos decidir servir al Señor.
Caminando hacia Cristo
Ella nos revela que, incluso sin saber cómo sería la cúspide de su conversión, desde joven deseaba el cielo, buscando el martirio y anhelando ser toda de Dios. Así como ella permanece en nuestros corazones, la oración auténtica, para Teresa, exigía determinación, especialmente al inicio de la jornada espiritual. Es crucial recordar que, al recibir el llamado de Dios, el entusiasmo inicial nos lleva a despertar temprano para rezar, hacer penitencias e incluso a realizar actos de locura por amor a Él. Santa Teresa nos alerta que esta fase pasa.
En el transcurso de la conversión, debemos tener en mente la necesidad de perseverancia. Para permanecer en el camino de Dios, para permanecer en su voluntad, necesitamos hacer de la oración un compromiso firme. Teresa nos exhorta a perseverar con confianza, incluso cuando la tentación de abandonar la oración surja en los primeros pasos de la vida espiritual.
Jesús, por experiencia propia, nos enseña que el camino de la oración es el camino de los humildes y de aquellos que confían plenamente en el Señor. Santa Teresa de Ávila vivió esta verdad de forma magnífica, y por eso, en tiempo de tentación, nos exhorta a mantener los ojos fijos en Jesús con gran y decidida determinación.
Seamos como Santa Teresa, que no se dejó abatir, pues era determinada. Seamos así, para permanecer en la voluntad de Dios y, si esa es la voluntad de Él, un día llegar a la gloria de los altares. Que Santa Teresa de Ávila nos enseñe a tener esa misma determinación.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!