“Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (Lucas 10, 40-42).
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Amados hermanos y hermanas, en un mundo marcado por una gran confusión, desesperación y pérdida de sentido, en un mundo donde estamos mucho más preocupados por aquello que nos satisface, que nos trae conforto y satisfacción, nos olvidamos de lo esencial: estar a los pies del Señor.
Esta escena del Evangelio nos relata justamente eso. No hay nada negativo en lo que hace Marta: acoger bien a Jesús, prestar atención a la comida, a ofrecerle comodidad. Pero Él no estaba preocupado por eso. Él estaba preocupado por llegar al corazón tanto de Marta como de María, y esta tuvo la perspicacia de comprenderlo. Era un momento único para estar con el Maestro. Es decir, en este mundo de confusión, desesperación y pérdida de sentido, Jesús vino para darnos el verdadero sentido, el sentido de nuestra existencia, el sentido por el cual fuimos creados por Dios. Y es este sentido, hermanos míos, el que nos llevará a acoger este amor que puede cambiar corazones.
Cristo es el verdadero sentido
¿Acaso Jesús no llamó la atención de Marta? ¡Claro que sí! Pero para que ella volviera a lo esencial. Después de que Él se fuera de su casa, Marta podría volver a sus trabajos cotidianos. Jesús no estaba criticando eso. Él estaba diciendo: “Ahora, yo estoy aquí. Haz en mi presencia, ahora, aquello que puede traer sentido a tu vida”. Y Marta no lo había entendido tanto como María.
Pero también, hermanos míos, es urgente que lo anunciemos. Cristo es para nosotros el verdadero sentido. Y necesitamos resistir, hermanos, a las tentaciones excesivas, a las inquietudes, a las preocupaciones que Jesús señala en Marta. Porque inquietarse y preocuparse sería como pretender estar en una agitación permanente, en vez de lanzarse a los pies del Maestro.
El Señor quiere ayudarnos, hermanos míos, a volver al sentido de nuestra vida, a estar a los pies de Jesús, a escuchar su corazón, a ser enseñados por Él para que podamos, verdaderamente, acoger la salvación, acoger la vida eterna, acoger el gran amor de Dios por cada uno de nosotros.
La intención de Jesús no es llamar nuestra atención, no es colocarnos en una situación de verguenza, pero parece que fue así que Marta se sintió en aquel momento, cohibida por la llamada de atención de Jesús. ¡No! Jesús, con cariño, con sinceridad, con verdad le dice: “Marta, te preocupas por muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha elegido la mejor parte, y no le será arrebatada”.
Que el Señor nos dé la gracia de no inquietarnos, de no preocuparnos por aquello que está a nuestro alrededor y nos afecta. Si nuestro corazón está en paz, en el Señor, nuestra vida será cambiada, transformada y sanada por la gracia de Dios.
Que el Señor nos bendiga, nos guarde por intercesión de Nuestra Señora.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!