“Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos. Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas” (Lucas 9, 1-6).
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Nada, ni esto, ni aquello, ni lo otro… ni siquiera…”. Esto no se trata de un ejercicio fonético, sino de las condiciones a las que el discípulo está sujeto cuando acepta salir en misión en nombre de Cristo, en nombre de la Iglesia.
Nos acercamos al mes misionero en nuestra Iglesia aquí en Brasil. Sé que hay muchas personas que también nos acompañan desde Portugal. Pero aquí en la Iglesia de Brasil dedicamos meses temáticos, y octubre es el mes de las misiones.
“Los envió a proclamar el Reino de Dios”
Es bueno recordar con este evangelio de hoy las condiciones y obligaciones de quien se considera misionero. Voy a señalar tres:
Primero, la disponibilidad. Disponibilidad para ir donde la Iglesia nos envíe y no solo donde yo quiera ir. Quien elige la misión que quiere hacer en nombre de Jesucristo, quiere hacer otra cosa en nombre de la Iglesia. Y quien elige la misión es un farsante, no es un misionero, es un turista. Por eso, la disponibilidad de ir donde la Iglesia nos envíe.
Segundo, el desprendimiento y el desapego. El misionero no es un artista
Ser acogido con dignidad en una misión no significa tener exigencias de lujo y privilegios. El misionero necesita estar abierto a aquello que la divina providencia le dé cuando salga en misión en nombre de Cristo y en nombre de la Iglesia.
Tercero, la gratuidad. El propósito de toda misión es “enriquecer con los bienes espirituales” a las personas a las que el misionero es enviado, y no el de aprovecharse de ello para obtener lucro en beneficio propio, para el enriquecimiento propio. Quien se aprovecha de la misión para enriquecerse es un ladrón de la gloria de Dios, no es un misionero.
Desafortunadamente, muchos han perdido el sentido misionero y se han desviado por el camino de la autopromoción, el enriquecimiento y el aprovechamiento propio, utilizando la misión para otros fines. Por eso, pidámosle a la Virgen la gracia de ser instrumentos suyo y ser misioneros suyo al servicio del Evangelio de forma integral y pura.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!