“En aquel tiempo, dijo Jesús a la multitud: Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz. Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz” (Lucas 8, 16-17).
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Hermanos y hermanas, hoy la Iglesia celebra la memoria de San Padre Pío. En el Evangelio de hoy, Jesús nos cuenta otra parábola: La parábola de la lámpara. Qué importante es saber qué lugar debemos dar a las cosas de nuestra vida, especialmente a aquellas que tienen mayor valor, que son especiales.
Una cosa buena puesta en el lugar equivocado podría llevarnos a perder cosas preciosas. ¿La lámpara tiene sentido si está cubierta con una vasija o, como dice el Evangelio, debajo de la cama? ¡Claro que no! La luz debe estar en el candelero, como dice el texto.
Brillar para el mundo: la santidad
Los dos vocablos incluso ayudan en esta lógica traída por Jesús. “Lychnos” y “lychnia”, vela y candelero, en el texto original. Es decir, cada cosa tiene que estar en su debido lugar, cada cosa debe ocupar su lugar justo en nuestra vida. Por eso no pongas tu trabajo por encima de Dios y de tu familia. No pongas las personas por encima de Dios. No pongas las cosas por encima de Dios. Cada cosa en su debido lugar.
San Padre Pío fue una luz en el lugar correcto. Memoria que celebramos hoy de este santo tan querido. Incluso intentó, en algunas ocasiones, ocultar al Cristo que brillaba dentro de él. Padre Pío también tuvo algunos enfrentamientos. Pero Dios no dejó de exponer a Padre Pío al pueblo que veía en él la persona de Jesús. Padre Pío tuvo que asumirse como luz para muchas personas. Y desde aquellas montañas, de San Giovanni Rotondo, brilló para el mundo la santidad de aquel fraile que supo poner a Dios en el lugar correcto en su vida, en primer lugar.
¡Cuántas obras surgieron de aquella luz de Cristo en Padre Pío! ¿Qué podrá hacer Dios en mí y en ti si lo ponemos en el lugar correcto en nuestra vida?
Entonces, Dios en primer lugar en nuestra vida, para que todo ocupe su debido lugar.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!