“En aquel tiempo, Jesús dijo: ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano” (Lc 6, 42).
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Tenemos aquí dos términos interesantes: Karphos y dokos, que quieren decir “un tallo” y “una viga”, que es lo que aparece en el Evangelio de hoy. Son estos los dos términos que están aquí y quise destacarlos, porque la diferencia de tamaño nos va a remitir a otra realidad. Estamos en dos dimensiones muy diferentes: Karphos, que es un tallo, una paja; y dokos, que es una viga. Metafóricamente, podríamos comparar estas dos realidades a un pequeño error moral, a una falla; y la otra a un comportamiento erróneo, estable o continuo.
Cristianos enmascarados
No se trata de disminuir la gravedad de un único error cometido, no se trata de liberalismo respecto al pecado; el énfasis que quiero dar es sobre el camino de purificación personal que estamos llamados a recorrer, para que, una vez purificados, seamos también capaces de ayudar a nuestros hermanos a salir del error y acoger la verdad. El ciego no puede guiar a otro ciego, es el texto del Evangelio de hoy, por eso la necesidad que tenemos de entrar en este proceso de purificación.
Podemos acoger esta exhortación de Jesús ante esa vieja manía de señalar con el dedo las fallas mínimas de nuestro prójimo, mientras nosotros no aceptamos el duro trabajo, el pesado trabajo de remover comportamientos que están enraizados en nuestra conducta moral.
Jesús, con este Evangelio de hoy, acaba llamando nuestra atención sobre un mecanismo de pobreza que la propia psicología moderna puede explicarnos, la llamada “proyección”. La proyección es algo indeseado en mí, que es proyectado en otra persona, para que la atención se vuelva no hacia mis fragilidades, sino hacia el error del otro. Ese es el mecanismo de proyección.
Jesús llama a esta actitud, aquí en el Evangelio, clásicamente de hipocresía, es decir, cristianos enmascarados que esconden sus fallas debajo de ciertas estructuras, de ciertos títulos, y no permiten que la gracia de Dios alcance esas áreas más profundas. Entonces, es más fácil intentar quitar la paja, el Karphos, del ojo del otro, que ver en sí la viga, el dokos, es decir, la parte más dura, más difícil, esas estructuras de pecado que están enraizadas en nosotros. Que el Señor nos conceda la gracia de la conversión.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!