“En aquel tiempo, dijo Jesús: ¡Guías ciegos! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio” (Mt 23, 23-26).
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Hoy celebramos la memoria de Santa Mónica, quien intercedió constantemente por su hijo Agustín, a quien celebraremos mañana. Que ella también interceda por nosotros y por nuestra capacidad de perseverar en Dios.
El Evangelio que escuchamos hoy: “Limpiáis la copa y el plato por fuera, pero por dentro estáis llenos de robo y codicia. Limpia primero la copa por dentro”, esta exhortación del Evangelio nos dice que la santidad no es una realidad fabricada por nosotros. Recibimos la santidad de Dios como gracia y debemos pedirle a Él, cada día, la gracia de la santidad para no convertirnos en los sujetos de la santidad: “Yo fabrico, yo genero, yo hago, es mi ascetismo lo que define la santidad”.
En realidad, la mística es la iniciativa de Dios con respecto a mí, que define mi vida de correspondencia y respuesta a ese amor primero de Dios. Eso es santidad. A partir de esa respuesta, cambiamos nuestro comportamiento, nuestras actitudes, cambiamos nuestro interior y eso se refleja en nuestro exterior, posteriormente, en la vida con los hermanos.
La intercesión constante
Que el Señor nos conceda esta gracia de vivir la verdadera santidad, tan querida por Santa Mónica para su hijo, por quien tanto intercedió, pidiendo a Dios la gracia de la conversión. Fue este camino de conversión que generó la santidad. Por lo tanto, el sujeto es Dios, la parte de Dios.
Te invito a ti, madre, padre, a no desistir a tus hijos, a no desisitir de aquel que está lejos de Dios, a no desisitir de aquel que ya no tiene una vida de oración, a no desisitir de aquel que se dice ateo.
Que tu oración llegue al corazón de Dios, pues es ella la que contribuirá a que un día, en el momento final, esa persona tenga un encuentro personal con Jesús y vuelva a una vida de comunión con Dios, sabiendo que, así como ella no fabrica la santidad, tú tampoco la fabricas. La santidad es corresponder a la iniciativa del amor de Dios por nosotros.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
