“En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, su madre y sus hermanos se quedaron fuera, buscando hablar con él. Alguien le dijo: “¡Oye! Ahí fuera están tu madre y tus hermanos y quieren hablar contigo”. Pero él respondió al que se lo decía: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”
(Mt 12,46-50).

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Muy bien, mis hermanos y hermanas, este Evangelio de hoy fue meditado hace algunos días cuando celebramos la memoria de la Madre de Jesús en el día de Nuestra Señora del Carmen. Pienso que Jesús quiere hablarnos enfáticamente, en este mes, sobre la necesidad de hacer la voluntad de Dios. Primeramente, vayamos al texto que parece un poco extraño, cuando dice que Jesús hablaba a las multitudes y que Su Madre y Sus hermanos estaban fuera queriendo hablar con Él.

Me quedé pensando qué lugar tan grande era ese para comportar a una multitud. En aquel tiempo, no existían grandes centros de evangelización, lugares, estadios. Multitud aquí, en realidad, indica anonimato, ese es el significado.

De la multitud a la familia

Somos todos nosotros quienes, muchas veces, necesitamos ser identificados como parte de la familia de Cristo, porque, muchas veces, vivimos una vida cristiana en el anonimato. Vivimos como multitud y no como discípulos de Jesús. Muchas veces, llenamos las iglesias, los espacios de evangelización, pero solo como multitud, no como discípulos.

Vamos observar que quien habla con Jesús es un intermediario que forma parte de la multitud, porque los discípulos estaban dentro. No fue uno de los discípulos ni uno de los familiares. Ese alguien somos tú y yo. Y es a mí y a ti a quienes Jesús quiere preguntar: “¿Eres uno de los míos o formas parte de la multitud? ¿O estás en ese anonimato?”.

Corremos el riesgo, como dije, de vivir nuestra vida cristiana así, sin comprometernos. Corremos el riesgo de confundirnos con una multitud que corre tras Jesús solo por aquello que Él puede hacer por ella. La multitud solo conoce expresiones del tipo: “Todo el mundo, todos aquellos, alguien, algunos”, pero no tiene identificación. Quien es de la familia de Cristo conoce otras expresiones: “Mío, míos, mías, porque es mi hermano, es mi hermana, es mi madre”.

Quien es de la familia de Jesús tiene ese sentido de pertenencia, se compromete, se involucra, está presente en su comunidad, ayudando al párroco de su parroquia, está involucrado en los trabajos de su diócesis. Esos, de hecho, son los miembros de la familia de Cristo, que experimentan el poder transformador de Cristo y luego se convierten en Sus discípulos misioneros.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!