“En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó” (Mt 11, 25-27).
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Mis hermanos y hermanas, esconder y revelar, eclipse y apocalipsis, son los dos términos que aparecen aquí en la traducción original de este texto del Evangelio. En verdad, son dos etapas de la vida espiritual: cuando parece que Dios se esconde y cuando parece que Dios se nos revela.
Seguramente, todos nosotros vivimos esto en nuestro camino, ustedes ya lo vivieron en su camino. El interesante es lo que completa estos dos términos, esconde a los entendidos y revela a los pequeños, es decir, en los corazones llenos de sí mismos no hay lugar para las revelaciones de Dios. A los corazones humildes, por el contrario, Dios puede revelar sus planes.
Entonces, cuando misteriosamente parezca que Dios se ocultó de nosotros, es importante percibir si no fuimos nosotros quienes lo sacamos de escena, si no fuimos nosotros quienes descartamos su participación en nuestra vida con nuestra soberbia y autosuficiencia.
Las señales de Dios y la importancia de la humildad
Recientemente, vimos muchos eventos de eclipse, las noticias nos ayudan a tener conocimiento de eso. ¿Será que no deberíamos tomar estos fenómenos naturales que acontecen como una lección para nuestra vida? Percibir que en muchas ocasiones estamos perdiendo el brillo de Cristo, estamos eclipsando su presencia en nosotros. Hay una canción antigua que recordaba cuando preparaba esta homilía, y decía así: Sí, yo quiero que la luz de Dios, que un día en mí brilló, jamás se esconda y no se apague en mí su fulgor.
El modo de mantener esta luz encendida es liberarnos de esa pretensión de autosuficiencia, del orgullo, de la arrogancia. Y conservar en nosotros la humildad y la apertura del corazón, porque es a estos a quienes Dios revela sus planes y sus proyectos. Entonces, si sientes que Dios se escondió de ti, que no consigues ver su voluntad, haz un examen de consciencia bien preciso.
Visita tu corazón para saber si, en verdad, no fuiste tú quien se escondió de Dios a partir de tus pecados y de tus limitaciones. Dios nos llama, Dios quiere hacer brillar en nosotros su luz.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!