“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas” (Mt 10, 16-23).
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Jesús nos envía a un contexto hostil, con una lógica propia, comportamientos y reacciones especificas. Es el contexto de los lobos. Y apartir de eso, ya podemos deducir la astucia, la conspiración, el aprovechamiento, las tácticas. Todo eso, naturalmente, hace parte del contexto del lobo. Y, en ese contexto, Él nos pide un comportamientos de ovejas, que es el contrario del comportamiento de los lobos.
El comportamiento de oveja nos lleva a vivir y a buscar la docilidad, la obediencia y la mansedumbre, todos esos valores que Cristo mismo asumió para su vida. La recomendación es que, en medio de los lobos, el discípulo sea prudente como las serpientes y sencillo como las palomas. Dos tipos de animales que traen consigo virtudes y un equilibrio en la vivencia de la fe cristiana en este mundo.
Simplicidad y astucia
La simplicidad sin astucia se convierte en ingenuidad. Y la astucia sin simplicidad se convierte en malicia. Es aquí donde Cristo nos pide un equilibrio ponderado. Es preciso equilibrar, dentro de nosotros, la paloma y la serpiente. Es preciso tener los ojos abiertos a las realidades que nos rodean. No se puede adoptar una postura de excesiva bondad.
Incluso para hacer caridad es preciso tener prudencia y discernimiento. Hay mucha gente malintencionada, incluso en nuestro contexto eclesial. ¡Cuánta gente aprovechándose de la buena fe de las personas! ¡Cuántas personas engañan a muchos, ¿verdad? ¡Con discursos llenos de palabras dulces y atractivas! ¡Cuidado! El mundo se ha vuelto muy cruel y, por desgracia, es preciso, entonces, tener esa prudencia y esa astucia. ¡Que Jesús nos conceda esa sabiduría!
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!