“Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia. No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento” (Mt 10, 7-15).

Para que puedas reflexionar y comprender el vídeo necesitas ‘accionar el subtitulo en español’:

Mis hermanos y hermanas, la marca del cristiano es la gratuidad. Justamente porque Nuestro Señor nos rescató por un amor gratuito e incondicional. Ese es nuestro modelo. Digamos que el salario de las acciones del cristiano es la gratuidad, y gratuidad significa que no busco algo a cambio en aquello que hago. Ni monetariamente, pero tampoco una búsqueda de prestigio, de fama, de reconocimiento, de admiración por parte de los otros, nada de eso. La persona a quien hago el bien debe salir de mi presencia sin sentirse deudora de nada.

Eso es la gratuidad. Y las acciones descritas aquí en el Evangelio son maravillosas. Curar: existen varias modalidades de esa cura, que puede ser física, emocional, psicológica, espiritual. Podemos muy bien ayudar a las personas a ser curadas de todo tipo de mal, el mal que les impide ver la luz de la vida.

Resucitar a los muertos: aquí no pensemos en el milagro extraordinario de la resurrección, sino vayamos a lo ordinario de la vida, donde están muchos de nuestros hermanos que ya no viven una vida digna. Tenemos tantos muertos en la fe, en la esperanza, en el ánimo, en la vida profesional. Es preciso llevar la vida a esas personas y hacerlas soñar de nuevo.

La gratuidad se manifiesta en el amor al prójimo

Purificar a los leprosos: ¡Cuánta gente cargada de sentimiento de culpa por años y años! ¡Cuánta sensación de indignidad, de vergüenza por los pecados que viven! Son las lepras de los tiempos actuales que debemos tocar para curar.

Expulsar a los demonios: además del rito del exorcismo en nuestra Iglesia, tenemos el mandato de Cristo para sacar a nuestros hermanos de las garras del demonio. Todo lo que daña la integridad espiritual debe ser quitado de nuestra vida y de la vida de esas personas. Ayudemos a las personas a alejarse del mal y a buscar el bien en sus vidas.

Vean, son innumerables las obras que, gratuitamente, podemos hacer por nuestros hermanos, sin contar la caridad, sea ella material, pero la caridad hecha a nuestros hermanos sin medida. Que Nuestro Señor nos conduzca a esta verdad.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!